Dios se manifiesta en la naturaleza
Dr. Ángel Manuel Rodríguez
Teólogo
¿Podría mencionar algunos pasajes bíblicos que muestren que Dios se revela en la naturaleza?
Podría dar un buen número de pasajes, pero después de pensarlo, decidí que este tema está mejor reflejado en el Salmo 19. Allí encontraremos lo que pides, y mucho más. El salmo puede ser dividido en tres grandes secciones.
1. La revelación en la naturaleza (Sal. 19:1-6). La naturaleza es personificada y dotada con la capacidad de declarar la gloria de Dios. La naturaleza habla acerca del creador, no de sí misma. ¿Qué es lo que ella dice acerca de Dios? De acuerdo con el salmo, dice muy poco. Declara la gloria de Dios (vers. 1 y 2); señala más allá de sí el misterio y la inescrutabilidad de la mente divina que la trajo a la existencia. La naturaleza habla pero, sorprendentemente, su discurso en algún grado es inaudible: No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz (vers. 2). La naturaleza revela algo de la gloria de Dios, pero no es capaz de desentrañarla para nosotros. Al observarla, sólo podemos preguntarnos por el poder que se encuentra detrás de ella, el Dios que la trajo a la existencia. Por lo tanto, es imposible desarrollar una teología desde la naturaleza que desvele la verdadera naturaleza de Dios.
Los teólogos generalmente llaman a la revelación de Dios en la naturaleza Arevelación general, porque es extremadamente vaga y poco concluyente. La naturaleza no puede revelar la voluntad de Dios para nuestra vida. Se necesita la segunda parte del salmo.
2. La revelación en la Torá (Sal. 19:7-11). La palabra “Torá” designa no sólo los materiales legales que Dios le dio a su pueblo (la Ley), sino también la instrucción divina en su totalidad. Nos da a conocer el Dios del que la naturaleza testifica. Contrastada con la naturaleza como un medio incompleto de revelación, la Torá es “perfecta” (vers. 7). Se declaran varias cosas importantes acerca de esta revelación.
Primero, la ley convierte el alma (vers. 7); restaura nuestra vida. El Dios revelado en la Torá es quien da el poder de revivir a los pecadores muertos. Para poder entender cómo Dios salva a los pecadores, los israelitas no debían mirar la naturaleza, sino el santuario, a través del que Dios ilustró la belleza de su plan de salvación en Cristo.
Segundo, la revelación especial de Dios hace sabio al sencillo; es decir, a quienes no tienen discernimiento y que consecuentemente se conducen por la vida sin propósito (vers. 7). La Torá los afirma espiritual, moral y éticamente al ponerlos en contacto con la verdadera fuente de sabiduría.
Tercero, la revelación especial de Dios nos trae el gozo de la salvación y la realización personal (vers. 8). Una vida de gozo se consigue en humilde sumisión a la voluntad del que revive nuestra alma. Este conocimiento no es provisto por la revelación en la naturaleza, sino por su especial revelación en la Torá.
Cuarto, esa revelación es más valiosa que los materiales nobles (vers. 10 y 11). La vida es enriquecida en maneras que van más allá de nuestra imaginación, por medio de la revelación de Dios en su Torá, ya que nos lleva a una relación personal con nuestro creador.
3. El impacto de la revelación de Dios (Sal. 19:12-14). El salmo nos ha llevado desde la revelación de Dios en la naturaleza hasta una revelación muy persona y específica en la Torá.
En primer lugar, el salmista dice que oírlas a ambas debería llevarnos a reconocer nuestra necesidad de perdón (vers. 12). Confrontados por la majestad y el amor de Dios, los hombres nos percibimos tal como somos: pecadores necesitados de gracia. El pecado no es perdonado a través de la obediencia a la Torá, sino por medio de la gracia salvífica de Dios revelada en ella.
En segundo lugar, nos damos cuenta de que necesitamos poder (vers. 13). La grandeza de Dios nos hace conscientes de que somos débiles. No sólo necesitamos la gracia perdonadora de Dios, sino también su gracia sustentadora.
Y finalmente, la revelación de Dios posibilita que nos aproximemos a él con la seguridad de que nos aceptará y que nos llevará hacia él (vers. 14).
La revelación de Dios en la naturaleza es vaga, poco
específica. Es en su revelación especial de su Palabra (encarnada
y escrita) que llegamos a un conocimiento de su carácter y sus intenciones
amorosas hacia nosotros, manifestadas de una manera especial y única
en Cristo. Es bueno mirar la naturaleza y encontrar allí el poder y la
majestad de Dios, pero mejor y más significativo es oír la Palabra
para poder conocerlo.
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