La Reforma en Inglaterra
Establecimiento de la Iglesia Anglicana.
Con el camino ya preparado por los lolardos de Wyclef, la reforma inglesa avanzó a grandes pasos en el siglo XVI. Sin embargo, la reforma en Inglaterra fue diferente de la reforma en el continente europeo, en tres aspectos dignos de tenerse en cuenta. (1) Dos movimientos antipapales progresaron simultáneamente en Inglaterra en el siglo XVI: un movimiento religioso que había incorporado influencias humanistas, luteranas y de Wyclef, y un movimiento político que tenía el propósito de depositar toda la autoridad religiosa en el rey y no en el papa. (2) Hubo constantes conflictos, especialmente a fines de ese siglo, entre los bandos romanistas y protestantes dentro de la Iglesia Anglicana. (3) En Inglaterra hubo una notable tendencia de entrar en componendas en asuntos de doctrina y liturgia. Un hombre de profundas convicciones no podía mantener sus puntos de vista debido, en parte, a los obstinados soberanos de la dinastía de los Tudor, especialmente Enrique VIII. Por eso la teología anglicana no muestra el vigor ni la independencia de los sistemas religiosos de Calvino y Lutero.
Enrique VIII (1509-1547) dio varios pasos decisivos: se proclamó como único jefe de la Iglesia Anglicana, y más tarde disolvió los monasterios. El rey permaneció católico romano en doctrina y liturgia y aplastó toda oposición: los católicos eran ahorcados por traición y los protestantes por herejía. Su hijo, Eduardo VI (1547-1553) fue más favorable hacia el protestantismo. Líderes protestantes fueron invitados para ir del continente europeo a Inglaterra, y bajo la dirección de Tomás Cranmer, el Libro de oración común mostró en dos ediciones sucesivas (1549, 1552) una marcada tendencia hacia las enseñanzas protestantes. La sucesora de Eduardo VI, María Tudor (1553-1558) era una católica ferviente como su madre Catalina de Aragón; fue animada en sus empeños por su esposo, Felipe II de España, el hijo del emperador Carlos V. Varios centenares de líderes protestantes fueron ejecutados en los campos de Smithfield, cerca de Londres. Entre ellos Cranmer, Ridley, Hooker, Rogers, etc. Durante su reinado muchos protestantes escaparon y encontraron refugio en el continente europeo, en Francfort, Estrasburgo, Ginebra y diversas ciudades alemanas.
Con el advenimiento de Isabel I (1558-1603) el protestantismo recuperó vigor en Inglaterra. Muchos de los exiliados del período de María Tudor regresaron y trajeron consigo la convicción de que aunque la Iglesia Anglicana era la iglesia reconocida de Inglaterra, sus reformas doctrinales no habían ido suficientemente lejos. La reina Isabel estaba inclinada a la ostentación y a la pompa en la iglesia. Era protestante en doctrina, pero introdujo en la liturgia anglicana y en sus ritos muchas prácticas que desagradaban a los reformadores ingleses; sin embargo, el elemento puritano ganaba más y más importancia y exigía un cambio a una forma de culto más sencilla y menos sacerdotal.
Para definir la doctrina de la iglesia se promulgaron en 1571 los «treinta y nueve artículos de fe», una modificación de los «cuarenta y dos artículos» del reinado de Eduardo VI. Se exigía que todos los sacerdotes y ministros se sometieran a ellos. La Iglesia Anglicana fue defendida por eruditos eminentes como John Jewel, obispo de Salisbury, quien escribió la Apologia pro Ecclesia Anglicana (1562), la primera presentación metódica de la posición de la Iglesia de Inglaterra frente a la Iglesia de Roma. Aún más notable fue la obra de Richard Hooker, Of the Laws of Ecclesiastical Polity (1594, 1597). Hooker se definió contra el catolicismo y también contra los presbiterianos puritanos. Opinaba que la forma de gobierno episcopal era la mejor para la Iglesia de Inglaterra. Veía a la iglesia y al Estado como dos aspectos de la misma nación, y ambos debían estar bajo el gobierno directo del soberano.
Durante el reinado de Isabel I hubo un reavivamiento católico romano presidido por el cardenal William Allen (1532-1594), graduado en Oxford. No quiso prestar el juramento de fidelidad a Isabel, y más tarde viajó a Roma. En 1568 fundó un seminario en Douai, en el Flandes español, al otro lado del canal de la Mancha y fácilmente al alcance de los católicos ingleses. Allí fueron preparados muchos misioneros ingleses que regresaron a su país natal. Allí se preparó una traducción de la Biblia de origen católico: la versión Douai-Reims. El NT fue publicado en Reims en 1582, y el AT, en dos tomos, en Douai, en 1609. Los católicos ingleses tenían grandes esperanzas y usaron toda suerte de tretas e intrigas, algunas de las cuales giraban en torno de María Estuardo (1542-1587), reina de Escocia, quien por motivos de consanguinidad reclamaba el trono de Inglaterra.
Puritanos y separatistas.
Los puritanos fueron mucho más influyentes que los católicos durante el reinado de Isabel. Su meta era «purificar» la Iglesia Anglicana de todo vestigio de romanismo. Entre ellos había muchos que se habían preparado en el continente europeo, especialmente en Ginebra. Los puritanos diferían entre ellos en cuanto a la medida en que debían manifestar su lealtad al soberano. Algunos favorecían una forma presbiteriana de gobierno eclesiástico. Tomás Cartwright se destacó entre los principales puritanos presbiterianos en los días de Isabel. John Whitgift, arzobispo de Canterbury, manipuló las cosas para que Cartwright fuera destituido de su cátedra en Cambridge. Whitgift, cabeza nominal de la Iglesia Anglicana, se puso de parte de una lealtad absoluta a la política de uniformidad de Isabel.
Los separatistas o independientes eran aun más radicales que los puritanos. Los puritanos pedían permanecer dentro de la Iglesia Anglicana, la cual anhelaban que fuera limpiada de todo rastro de catolicismo. Pero los separatistas o independientes creían, como los anabaptistas en el continente europeo, que era una necesidad la formación de iglesias separadas de la iglesia estatal. Eran separatistas porque se apartaban de la Iglesia Anglicana, e independientes porque creían en la plena autonomía de la iglesia local. Su ideal era que cada congregación, con Cristo como su cabeza, fuera una iglesia que se gobernara a sí misma, que eligiera a su propio pastor y a otros dirigentes siguiendo lo que ellos suponían que era el modelo del Nuevo Testamento. Su dirigente pionero principal fue Roberto Browne (c. 1550-c.1633), graduado de Cambridge, quien comenzó siendo puritano.
Entre los que habían regresado del continente europeo durante el siglo XVI, estaba Juan Knox (c.1505-1572). Fue ordenado como sacerdote en Escocia, pero él y algunos de sus jóvenes seguidores se unieron a un grupo en el castillo de San Andrés y pronto comenzaron a predicar opiniones protestantes. Después de ser capturado y llevado a Francia durante 19 meses como prisionero condenado a las galeras, regresó a Inglaterra, donde la Reforma era favorecida por Eduardo VI. Durante el reinado de María Tudor huyó al continente europeo y fue a Ginebra. Allí se convirtió en un ardiente discípulo de Juan Calvino. Se casó con Margarita Bowes, con quien se había comprometido en Inglaterra después de abandonar el sacerdocio católico.
La visita de Juan Knox a Escocia en 1555 dio un gran ímpetu a la Reforma en ese país. En 1557 la nobleza de Escocia, por razones políticas y religiosas, hizo un pacto para establecer «la muy bendita palabra de Dios y su congregación»; por lo tanto, fueron llamados «los señores de la congregación». En 1561 Escocia oficialmente se definió en favor de la Reforma; pero la prohibición del regente de que se predicara la religión reformada produjo una guerra civil. El parlamento escocés adoptó una confesión de fe cuyo borrador había sido redactado por Knox y que era definidamente calvinista en espíritu. Knox pidió y consiguió la protección de las autoridades civiles para que se efectuaran los cambios que él creía necesarios. Para reorganizar la iglesia de acuerdo con los principios de él y basándose en el modelo de la iglesia de Calvino, en Ginebra, Knox escribió The First Book of Discipline. Se hicieron planes para que hubiera un sistema de escuelas y se impartiera educación superior en las universidades. Esta insistencia en la importancia de la educación recibió, por regla general, mucho énfasis de parte de los reformadores. The First Book of Discipline también promovió un sano espíritu de independencia. El culto público fue reorganizado de acuerdo con el Book of Common Order de Knox, adoptado en 1564. Este libro mostraba una notable influencia de Calvino y permaneció como una obra modelo en la Iglesia Presbiteriana hasta 1645.
María, reina de Escocia, casada con el rey Francés Francisco II, volvió a su país a la muerte de su esposo. Como era una leal católica asistía a misa en su capilla en Escocia. Desde su púlpito de Saint Gilles, en la catedral de Edimburgo, Knox clamaba contra esa reaparición de la misa y destacaba las frivolidades de la corte de María. Durante un tiempo pareció que el catolicismo tenía una buena oportunidal de lograr éxito otra vez en Escocia. Las desventuradas aventuras matrimoniales de María con Lord Darnley, católico, y sus intrigas para ocupar el trono inglés después del reinado de Isabel, que no tuvo hijos, no mejoraron su reputación entre los nobles protestantes de Escocia. La guerra civil de Escocia arrojó a María de su tierra natal e hizo que buscara refugio en Inglaterra, donde fue ejecutada en 1587 acusada de complicidad en un complot para asesinar a Isabel. Knox, el elocuente y fogoso luchador de parte del Señor, vivió para ver el triunfo de su causa en Escocia.
Los puritanos combaten el absolutismo real.
Con la muerte de Isabel Tudor, una nueva dinastía ocupó el trono inglés: los Estuardos de Escocia. Jacobo VI de Escocia, hijo de María Estuardo, se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jacobo I (1603-1625). Desde el comienzo atacó por igual a los católicos y a los protestantes extremistas. En 1604 ordenó el destierro de los sacerdotes, y el parlamento confirmó las leyes de Isabel contra los católicos. Finalmente esto resultó en la famosa «Gunpowder Plot» (conspiración de la pólvora), que fue un intento para eliminar al rey y a la Cámara de los Lores. El descubrimiento de ese complot despertó un gran sentimiento anticatólico, lo que condujo a medidas todavía más represivas contra los católicos.
Los presbiterianos se oponían a la forma episcopal de gobierno de la iglesia y a la idea del derecho divino de los reyes. El rey estaba determinado a que el pueblo inglés se ciñera a la Iglesia Anglicana establecida. La actitud del rey lo único que logró fue aumentar el rigor y el dogmatismo de los puritanos, quienes favorecían una estricta observancia del domingo, la lectura de la Biblia, los servicios religiosos en los hogares, e insistían en la pureza de las costumbres. Entre los puritanos, en los días de Jacobo I, había varias facciones: (1) los presbiterianos, que preferían un gobierno eclesiástico mediante un cuerpo de presbíteros o ancianos regularmente elegidos; (2) los independientes, que insistían que en la iglesia, como una comunidad de creyentes, debía predominar la libre voluntad y la libertad, pues consideraban que el gobierno eclesiástico debía residir en la parroquia o congregación; (3) los bautistas, que procedían principalmente de los independientes, defendían el bautismo de los adultos por inmersión, considerando que el bautismo de las criaturas era incompatible con las verdaderas creencias y prácticas cristianas.
La Biblia del rey Jacobo.
Jacobo I también se opuso al pedido de una reforma protestante moderada que le fue sometido por los puritanos en 1603, o sea la «petición milenaria», llamada así porque se suponía que la habían firmado mil personas. En 1604 se celebró una asamblea de obispos y puritanos en la residencia real de Hampton Court. Su único resultado tangible fue el comienzo de una nueva traducción de la Biblia. Durante la dinastía anterior se habían editado dos nuevas versiones de la Biblia: la Biblia de los Obispos, usada principalmente en las iglesias, y la Biblia de Ginebra, basada en la traducción del Nuevo Testamento de Tyndale y otra traducción del Antiguo Testamento, que básicamente era la misma que la de la Biblia de los Obispos. Para que se produjera esa nueva traducción, Jacobo nombró a 54 eruditos, divididos en seis grupos de nueve hombres cada uno, que trabajaban independientemente. Una comisión de doce repasó todo el texto. Se usaron los idiomas originales en los mejores textos disponibles. La obra comenzó en 1604 y terminó con la publicación de la traducción en 1611. Aunque en Inglés se hace referencia a ella como a «la versión autorizada», no hay ninguna prueba de que alguna vez tuviera la aprobación formal del rey. Esta versión no tiene el sello del genio de un individuo, como es el caso de la traducción alemana de Lutero o la española de Casiodoro de Reina. Fue el producto de muchas mentes, y a pesar de muchas otras traducciones que se han publicado, permaneció durante más de tres siglos y medio como el texto aceptado y amado por el mundo de habla inglesa.
Emigración de los separatistas a América.
Cuando los separatistas o independientes fueron perseguidos en Inglaterra, algunos de ellos buscaron refugio en el continente europeo, particularmente en Holanda, que era un baluarte calvinista. Fue en Amsterdam donde se levantó la primera iglesia bautista inglesa en medio de los separatistas, bajo el liderazgo de John Smyth, quien murió en 1612. Los separatistas, que eran despreciados por los anglicanos conservadores y aun por un amplio sector de los puritanos ingleses, no encontraron la solución para sus problemas en Holanda y entablaron negociaciones con la Compañía de Virginia. Fueron invitados a ir a la colonia de Virginia por Sir Edwin Sandys, quien concedió tierras a la congregación de Leyden en lo que se llamaba las «partes del norte de Virginia»; pero el Mayflower, en el que habían embarcado 102 peregrinos, en vez de llevarlos al territorio convenido, los condujo en noviembre de 1620 a las áridas costas del cabo Cod, que pertenecía a la Compañía Plymouth. Los peregrinos no estaban legalmente autorizados para establecerse allí; además, no se había organizado ningún gobierno para esa región, por lo tanto, los colonizadores antes de desembarcar redactaron una carta constitucional propia, un documento llamado el «pacto del Mayflower». Cada miembro convino en apoyar a la mayoría. Todos los hombres constituían la asamblea, que se convirtió en un cuerpo tanto legislativo como judicial y que elegía a un gobernador y a sus ayudantes. A partir de esos comienzos formaron un sistema de gobierno sólido para las unidades locales a medida que aumentaba el número de habitantes y comunidades, y cada una de ellas enviaba representantes a la corte general o asamblea de toda la colonia. Debe aclararse que de los aproximadamente cien peregrinos que llegaron con el Mayflower, sólo doce constituyeron la feligresía de la primera iglesia.
Un segundo éxodo de disidentes ingleses que vinieron al Nuevo Mundo tuvo lugar durante el reinado de Carlos I, y entre ellos había una cantidad de puritanos. Un grupo de esos disidentes se reunió en Cambridge, Inglaterra, bajo la dirección de John Winthrop, y organizó una compañía cuyo control dependía de los que habían ido a América. Consiguieron el derecho a las tierras en la bahía de Massachusetts, al norte de Plymouth, y durante el año 1630 llegaron aproximadamente unos mil llamados «peregrinos». A esto se llama la «Gran Migración». Alrededor de 1642 había en la colonia unas dieciséis mil personas.
La colonia de la bahía de Massachusetts se basaba en principios teocráticos: la legislación del Antiguo Testamento era el modelo para el castigo de brujería, blasfemia, idolatría, juegos de azar y la profanación del «día del Señor». El proceder de estos colonizadores por lo menos era tan intolerante como el de aquellos de los cuales habían huido. Algunos desacuerdos que hubo en Massachusetts condujeron a la iniciación de otra Colonia, la de Rhode Island. Sus fundadores, el joven pastor Rogelio Williams y la Sra. Ana Hutchinson y sus seguidores, fueron expulsados de Massachusetts debido a sus puntos de vista en cuanto a la religión. En 1636 Williams y otros fundaron Providencia en la bahía de Narragansett, la que debía ser un «refugio para personas cuyas conciencias eran forzadas». Los seguidores de la Sra. Hutchinson se establecieron poco después en Portsmouth, en una isla cercana, y un poco después comenzó el establecimiento de Newport. En todos esos pueblos se concedía completa libertad de religión y de palabra, y en 1663 formaron una unión y recibieron una carta constitucional de Carlos II.
Carlos I y los puritanos (1625-1649).
La doctrina del derecho divino de los reyes, brillantemente defendida en Francia por el jesuita cardenal Richelieu, hizo del rey de Francia (Luis XIII, en este caso) un monarca que gobernaba por la gracia de Dios y que sólo era responsable ante Dios. Esta idea vino bien en Inglaterra en tiempo de los Estuardos, que estaban inclinados al concepto católico del gobierno.
Carlos I, cuya esposa era hermana de Luis XIII, estaba convencido de que como rey debía gobernar por derecho divino, y que al procurar el bienestar del pueblo no debía someterse en nada a la fiscalización de sus súbditos o del parlamento. Carlos intentó que el parlamento interfiriera lo menos posible con su política, y la relación entre el rey y el parlamento se hizo tensa desde entonces en adelante. El rey, mal aconsejado por Strafford y Laúd, se propuso finalmente gobernar sin parlamento. Su intento de imponer el episcopado y el Libro de Oración Común en Escocia fue una de las razones para el conflicto entre el parlamento y el rey. Los puritanos, que favorecían los derechos parlamentarios y que constituían la mayoría de la cámara de los comunes, se oponían acerbamente al Libro de Oración Común y al episcopado. La guerra civil que sobrevino en 1642 fue peleada entre los partidarios del rey, que eran los caballeros, y los puritanos y el parlamento, llamados «cabezas redondas». La guerra se definió en favor de los puritanos, y el rey huyó a Escocia. Cuando volvió a Inglaterra fue juzgado, condenado por alta traición y decapitado en enero de 1649.
La Asamblea de Westminster.
El parlamento abolió el Libro de Oración Común y lo reemplazó por una forma de culto modelada por la Asamblea de Westminster. Esta asamblea, convocada para aconsejar al parlamento en cuestiones religiosas, estaba compuesta por clérigos y laicos, mayormente puritanos, y se reunió en 1643. Además de las «Directivas para el culto público de Dios», redactó lo que generalmente se llama la «Confesión de fe» de Westminster, la cual se completó en 1647 y fue debatida en el parlamento; pero nunca fue autorizada oficialmente por ese organismo. La «Confesión de fe» respaldaba la forma puritana de culto, y se presentó en dos catecismos. Estos catecismos se convirtieron en el credo de las iglesias presbiterianas escocesas y determinaron el sistema de la teología reformada y la forma de administración eclesiástica. Fueron influidos mucho menos por Calvino o la teología agustiniana, que por la teología de los firmantes del pacto escocés de la reforma religiosa. La asamblea también sintió la influencia de los artículos irlandeses de fe de 1615, que fueron atribuidos al arzobispo Jacobo Ussher (1581-1656), de la Iglesia de Irlanda. Este arzobispo es más recordado por haber preparado una cronología bíblica que fue aceptada durante mucho tiempo. Sin embargo, el arzobispo se negó a estar presente en la Asamblea de Westminster.
La iglesia en tiempos de Oliverio Cromwell.
La ejecución de Carlos I creó un vacío político después de la victoria del parlamento sobre los partidarios del rey. Se proclamó la república mientras aún sesionaba el llamado «Parlamento largo»; pero después de 1653 Oliverio Cromwell se convirtió en el Lord Protector del Commonwealt británico. Fortaleció la marina, luchó contra los católicos en Irlanda, se opuso a la expansión española y resistió la amenaza creciente del poder marítimo holandés. Pero por encima de todo, Cromwell convirtió a Inglaterra en una democracia puritana, en la cual se pretendía que el ejército peleaba las batallas del Señor. Los movimientos milenaristas continuaron creciendo o surgiendo, como los de los «vociferantes», los «cavadores», los «buscadores» y los «niveladores». También existían los «partidarios de la quinta monarquía», quienes estaban convencidos de que las cuatro monarquías de Daniel 2 ya habían pasado y que estaba por comenzar el reinado temporal de Cristo y sus santos, la quinta monarquía. Se proponían adelantar este reino aun pagando el precio de la violencia armada.
La era de Cromwell también fue un período de personajes, como Milton, Bunyan y Jorge Fox. La «Sociedad de los Amigos» o cuáqueros, fundada por Jorge Fox, pronto se arraigó sobre una base mucho más firme que la de otros movimientos religiosos. Cuando Fox, que era de cuna humilde, llegó a comprender en 1647 que debía experimentar la conversión siguiendo la «luz interior», todo el mundo le pareció nuevo y aun la tierra tenía un «nuevo olor». Renunció a la práctica de prestar juramento e insistía en la honradez y en hablar la verdad, practicaba la sencillez en el vestido, el alimento y las acciones, rehusó participar en guerras y condenaba el formalismo en la religión. El mensaje de Fox halló un gran eco en Inglaterra Y Gales, en el continente europeo y en Norteamérica. Muchos lo siguieron.
Cromwell se esforzó por evitar el caos religioso. Alcanzó un cierto grado de tolerancia religiosa, pero también apoyaba que hubiera una iglesia nacional sostenida por el Estado. El Libro de Oración Común no debía ser usado en los servicios eclesiásticos y no había obispos; en cambio debía predicarse la Biblia y, por lo tanto, los ministros debían ser cuidadosamente elegidos. Debían ser sostenidos con los diezmos, desde un fondo central. Todos los protestantes fueron tolerados, con excepción de los cuáqueros. Los clérigos podían ser presbiterianos, independientes o bautistas. Los episcopales podían reunirse para sus cultos si lo hacían en privado, y aun se toleró a los católicos si no perturbaban la paz pública. Inglaterra disfrutó de una libertad religiosa relativa que no había conocido antes.
Restauración de los Estuardos.
Después de la muerte de Cromwell en 1658, el país cayó en la anarquía, y la restauración de la dinastía de los Estuardos fue inevitable. Carlos II (1660-1685), el «rey alegre», hijo del decapitado Carlos I, sintió mucho la influencia de la diplomacia católica. Admiraba e imitaba a Luis XIV de Francia. Procedió contra los puritanos mediante el Acta de Uniformidad (1662) que dio como resultado el destierro y el encarcelamiento de miles de puritanos. Por el Acta de Prueba (1673) se aprobó únicamente la profesión de la fe anglicana.
Jacobo II (1685-1688), hermano de Carlos II, lo sucedió en el trono. Aunque Jacobo II era católico romano profeso, el parlamento, con una mayoría «tory» en ese tiempo, no tomó ninguna medida represiva. Sin duda esto se debió, en gran medida, al hecho de que las dos hijas del rey, María y Ana, eran protestantes. Pero en 1688 le nació un hijo, Jacobo, que recibió el bautismo católico, lo cual hizo evidente que se iba a perpetuar el catolicismo romano. La comprensión de esto produjo un cambio incruento de gobierno, generalmente llamado la «Revolución gloriosa», que colocó en el trono a Guillermo de Orange y a María Estuardo. La principal consecuencia de la Revolución gloriosa fue que el parlamento promulgó la Ley de Derechos en 1689. Jacobo II había huido a Francia, y María y su consorte Guillermo de Orange, el estatúder de Holanda (jefe supremo de la antigua República de los Países Bajos), gobernaron como soberanos protestantes, constitucionales. La Ley de Derechos declaró ilegales muchas de las medidas del gobierno de Jacobo II y determinó que jamás un católico romano podría portar la corona de Inglaterra. La ley concedía libertad religiosa parcial a diversas confesiones protestantes. No se concedía libertad de culto a los católicos ni a los socinianos, y ninguno podía ejercer un cargo público ni matricularse en una universidad si no pertenecía a la comunión anglicana. El casamiento y el bautismo sólo serían válidos si eran impartidos por un sacerdote anglicano.
Ver Bibliografía en el Tema 8: «Acontecimientos Descollantes»
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