La vida diaria en Palestina
La vida diaria en Palestina
Vida hogareña.-
La vida hogareña en Palestina en muchos sentidos era similar a la que hoy existe en las zonas rurales más apartadas del Medio Oriente. Las casas de los campesinos estaban construidas de ladrillos de barro cocido, con piso de tierra apisonada y un techo plano de palos y cañas o ramas que se revocaban con barro. El interior de la casa estaba frecuentemente dividido en dos partes, en una de las cuales el piso estaba levantado unos 30 cm o más por encima de la otra. Las mujeres hacían su trabajo en el nivel más alto, y la familia dormía quizá en una cama tendida sobre el piso. En el nivel inferior podían permanecer los animales cuando era necesario que estuvieran al abrigo. Allí podían jugar los niños y probablemente se hacían también algunos trabajos. Con frecuencia había una escalera en la casa que llevaba hasta el techo, y allí la familia podía dormir en el verano. Por lo general tales casas tenían una abertura que daba a un patio, y frecuentemente se construían juntas varias casas, comunicadas en tal forma que constituían una unidad con un patio común en el centro. Cuando el tiempo era bueno, muchas actividades domésticas se realizaban en este lugar. Ese tipo de edificaciones a menudo eran muy dañadas -y hasta podían ser completamente destruidas- por las lluvias y las inundaciones.
Por supuesto, quienes estaban en una mejor posición, construían casas más sólidas y más cómodas. Eran más grandes y algunas veces tenían dos pisos. Generalmente las habitaciones rodeaban un patio central. Las mejores casas estaban construidas de piedras escuadradas.
En comparación con lo que se acostumbra hoy día, el mobiliario era sencillo aun en los hogares de los más pudientes. La gente por lo general se sentaba sobre esteras en el piso, y en sus habitaciones comúnmente había apenas un baúl o dos, una cama que se desplegaba en el piso y algunas mesitas. El alumbrado nocturno consistía en lamparitas de aceite hechas de arcilla. El fuego era de leña o de carbón de leña, en un hoyo en el piso de tierra en las casas más pobres, o en un brasero en las casas de los más acomodados.
El nivel social de las mujeres entre los judíos era relativamente más elevado que el de las mujeres de los otros países de la zona, pero no se comparaba con el de las de Roma. Disfrutaban de una posición de respeto e influencia que trascendía sus derechos legales. El relato de Ester y el de Judit describen mujeres que salvaron a su pueblo. Los contratos matrimoniales de los judíos parece que ya en ese tiempo protegían la propiedad de las mujeres, y por una escritura de venta descubierta hace algunos años se ha podido deducir que las mujeres tenían ciertos derechos legales sobre las propiedades de sus esposos. Esa escritura, fechada «en el año 3 de la libertad de Israel» (134 d. C.), registra la venta de una casa por un tal Jadar hijo de Judá. Al final de la escritura se lee: «Además yo, Shalom hija de Simeón la e[sposa del] ya mencionado Jadar, no puedo levantar objeciones a la venta de la casa mencionada [«Para siemp]re… para siempre» (S. Abramson y H. L. Ginsberg, «On the Aramic Deed of Sale of the Third Year of the Second Jewish Revolt», Bulletin of the American Schools of Oriental Research, N.º 136 [diciembre, 1954], p. 19).
La vestidura de los palestinos era holgada y relativamente sencilla. La prenda básica de hombres y mujeres era una túnica, jiton (Mat. 5: 40; 10: 10), que, por lo menos en el caso de los hombres, podía ser larga o corta. Indudablemente los trabajadores a veces sólo llevaban un taparrabo. Otro estilo de esta ropa interior era el de una tela sencillamente enrollada alrededor del cuerpo, con una de sus extremidades doblada por encima del hombro. A menudo se usaba, aunque no siempre, un cinto de tela o de cuero. Eran comunes varios tipos de tocados, que incluían sombreros tanto de paja como de fieltro; pero parece que lo más usual entre los judíos era cubrirse la cabeza con una manta (mantilla) muy parecida al chal para orar que todavía se ve en las sinagogas. Los varones judíos usaban una prenda con flecos (tsitsith) en cada esquina (Núm. 15: 37-40); en tiempos del NT estos flecos se mostraban en forma conspicua (cf. Mat. 9: 20; 23: 5). En épocas posteriores se los ocultó bajo la ropa.
El tipo más común de calzado eran las sandalias; también se conocían los zapatos de cuero. La prenda de vestir más importante era el himátion («manto», Mat. 9: 2 l; «capa», Mar. 13: 16), que era una larga capa sin mangas o un sobretodo. Esta última forma era por lo general el distintivo de los funcionarios y sacerdotes, quienes con frecuencia usaban un manto amplio con mangas largas (cf. Mat. 23: 5). La vestidura de las mujeres se asemejaba mucho a la de los hombres, con la excepción que la de aquéllas sin duda tenia más colores y su tocado consistía de un velo sostenido con una cinta alrededor de la cabeza. Con frecuencia se adornaban con sartas de monedas y también usaban aros (aretes) en las orejas y en la nariz. Los hombres romanos por lo general usaban el cabello corto y se afeitaban el rostro; pero parece que los judíos de Palestina por lo general usaban el cabello largo y se dejaban crecer la barba.
Vida económica.-
La agricultura era básica para la vida en Palestina. La población consistía principalmente de agricultores, dueños de pequeñas propiedades. A esta clase de personas se refirió Jesús cuando habló del «padre de familia» (Mat. 13: 52; Luc. 12: 39). Aunque a veces pudieran contratar empleados, los agricultores, junto con sus mujeres e hijos, hacían la mayor parte de su trabajo arando, sembrando y cosechando. Dependían en gran medida de sus propias cosechas para su alimentación, de modo que sus ingresos -adecuados en condiciones favorables- rara vez eran suficientes como para permitirles reunir una fortuna. Cuando las cosechas se perdían, lo usual era que se vieran en grandes aprietos. En el mejor de los casos esto significaba que debían trabajar como jornaleros; y si la situación empeoraba se veían obligados a venderse como esclavos. De manera que una gran parte de la población de la Palestina del primer siglo apenas si podía satisfacer sus necesidades básicas.
Un grupo mucho más pequeño de agricultores podía adquirir suficiente tierra como para producir algo más de lo requerido para atender sus necesidades, con lo cual ganaban vendiendo ese excedente a los que no eran agricultores. Esto los colocaba en una posición ventajosa en la agricultura, pues disponían de dinero y de un excedente de semillas para prestar a los agricultores más pobres, y producían lo mercados de comestibles. También había unas pocas propiedades grandes, mayormente en posesión de aristócratas y administradas por mayordomos (cf. Luc. 16: 1).
Junto a esos propietarios, había varias clases de agricultores que trabajaban por contrato: arrendatarios, inquilinos y jornaleros (cf. Mat. 20: l). Finalmente, en el escalón económico más bajo estaban los esclavos, que ni eran tan numerosos ni eran tratados tan mal en Palestina como lo eran entre los romanos. Los esclavos de sangre judía eran siervos contratados; es decir, servían durante un lapso fijo de seis años. Sin embargo, los esclavos gentiles se hallaban en otra categoría: eran bienes que pertenecían completamente a sus amos. Por lo general no eran tan bien tratados por sus amos judíos como los esclavos hebreos.
Además de los agricultores, una gran parte de la población se dedicaba a la artesanía. El ideal judío era que cada hombre -no importa cuán encumbrada fuera su posición- debía enseñar un oficio a su hijo. Por la historia sabemos que destacados rabinos de la antigüedad fueron leñadores, zapateros, panaderos, y uno de ellos fue cavador de pozos. Los escritos judíos mencionan unas 40 clases diferentes de artesanos que existían en Palestina durante este período; entre ellos había sastres, constructores, molineros, curtidores, carniceros, lecheros, barberos, lavanderos, joyeros, tejedores, alfareros, toneleros, vidrieros, copistas y pintores. También había pescadores, boticarios, médicos, apicultores, avicultores y pastores. Muchos artesanos no sólo manufacturaban sus productos sino también los vendían directamente; otros se valían de intermediarios.
El comercio era activo no sólo en productos domésticos sino también en artículos importados de otras partes. En realidad, quizá la mitad del comercio de Palestina se hacía con productos extranjeros. Barcos judíos con tripulación judía transportaban una buena parte de las mercaderías de ese comercio. Las actividades comerciales se facilitaban mediante un sistema bancario regular que hacía posible que los comerciantes giraran en cheques manuscritos a cargo de cuentas en ciudades tan distantes como Alejandría o Roma.
Por supuesto, la mayor parte del comercio se efectuaba mediante permutas o con pagos directos al contado. Dos sistemas monetarios eran habituales en Palestina: uno, el romano; y el otro, el griego. Algunas de esas monedas -especialmente los denarios- eran acuñadas por el gobierno romano; otras- como el leptón- eran acuñadas por las autoridades judías. Los procuradores también acuñaban monedas que circulaban en Palestina. La unidad mayor de todas -el talento- no era una moneda, sino una unidad importante, de depósito.
La siguiente tabla de unidades monetarias mencionadas en el Nuevo Testamento da el peso aproximado de las monedas. Sin embargo, debe recordarse que el peso de algunas de ellas variaba.
MONEDAS DEL NUEVO TESTAMENTO
Unidad Peso
Unidades del sistema griego:
Dracma: moneda de plata (cf. Luc. 15: 8) 3,8 g
Estatero: moneda (Mat. 17: 27) = 4 dracmas 17,5 g
Mina: libra (cf. Luc. 19: 13) = 100 dracmas (no una moneda sino una unidad contable)
Talento: (Mat. 18: 24; 25: 15) = 60 minas (no una moneda sino una unidad contable)
Monedas del sistema romano:
Leptón: blanca (cf. Mar. 12: 42) 0, 5 a 1g
Kodrantes: cuadrante (Mat. 5: 26; Mar. 12: 42); el cuadrante romano = 2 leptones 1,5 a 3 g
Assárion: cuarto (Mat. 10: 29; Luc. 12: 6); el as romano (de bronce) = 4 cuadrantes 6 a 8 g
Denario: (cf. Mat. 18: 28; 20: 9-10) = 16 ases (de plata) 3,89 g
Si bien es posible computar aproximadamente el equivalente de estas monedas antiguas en dinero actual, estos equivalentes pronto cambian y no dan la menor idea del poder adquisitivo del dinero en ese tiempo, que es lo que en realidad determina su valor. Quizá se comprenda mejor el valor de estas monedas considerando que un denario era el salario diario de un trabajador agrícola (Mat. 20: 2).
En el Nuevo Testamento también se mencionan diversas medidas de capacidad y longitud. Algunas de ellas eran de origen hebreo; otras, griegas y romanas. Aunque algunas medidas que figuran en el Nuevo Testamento, como bátos (Luc. 16: 6, NC), sátos (Mat. 13: 33; Luc. 13: 21, BC) y kóros (Luc. 16: 7, NC, RVA), que son las hebreas bath, se’ah y kor, es evidente que durante el período entre el siglo VI a. C. (de donde proviene la mejor información en cuanto a su equivalente en los tiempos del Antiguo Testamento) y el siglo I d. C., esas medidas habían cambiado mucho en cuanto a sus verdaderas capacidades. Es imposible dar un equivalente exacto de cada unidad de medida mencionada, en el Nuevo Testamento, porque las capacidades de varias de esas unidades variaron en diferentes tiempos y lugares, y también porque esos nombres parece que representaban más de una medida (así como el galón inglés es diferente al norteamericano). La tabla hebrea de medidas de capacidad que sigue, se basa en la declaración de Josefo de que un bátos equivalía a 72 sextarios (Antigüedades viii. 2. 9 [57]. La información que tenemos indica que un sextario romano era algo más de medio litro (0,547); por esto es posible hacer un cálculo bastante aproximado del bátos. Si suponemos que la relación entre el bátos y otras medidas hebreas hubiera permanecido constante desde los tiempos del Antiguo Testamento, también se podrá calcular el sátos y el kóros.
MEDIDAS DE ÁRIDOS
Unidad Sistema métrico U.S.*
Jóinix: «libra» (Apoc. 6: 6), medida griega = 2 sextarios 1,09 lt 0,99 qt.*
Módios: «almud» (Mat. 5: 15), medida romana = 16 sextarios 8,75 lt 7,95 qt.
Sátos: (cf. Mat. 13: 33, BC), medida judía = 24 sextarios, unos 13,13 lt 11,93 qt.
Kóros: (cf. Luc. 16: 7, NC), medida judía =10 bátos, unos 5,25 hl* 14,92 bu*
MEDIDAS DE LIQUIDOS
Xéstes: jarro (cf. Mar. 7: 4), medida romana = sextario 0,547 lt 1,156pt.*
Bátos: barril (cf. Luc. 16: 6), medida judía = 72 sextarios, unos 39,40 lt 10, 41 gal*
Metr’t’s: tinajas (cf. Juan 2: 6), medida griega, unos 38,88 lt 10,27gal.
pero si equivale al bátos del AT 22,00 lt 5,81gal.
MEDIDAS LINEALES
P’jus: codo (cf. Mat. 6: 27), medida griega representa al Heb. ammah,
aproximadamente 0,4445m 1 pie 5.5 pulg.*
Orguiá: braza (cf. Hech. 27: 28), medida griega, aproximadamente 1,8 m 6 pies
Stádion: estadio (cf. Luc. 24: 13), medida griega, unos 185 m 606 pies 6 pulg.
Sabbátou hodós. «camino de un sábado» (Hech. 1: 12, NC), medida judía 889 m 2.916 pies
Mílion: milla (cf. Mat. 5:41), medida romana, unos 1.480 m 4.855 pies
Los judíos del período del Nuevo Testamento para medir el tiempo usaban su calendario tradicional pero como vivían dentro del Imperio Romano también estaban familiarizados con el calendario romano.
Los judíos comenzaban el día del calendario al ocultarse el sol, pero contaban las horas de luz desde la salida de éste. Según Mat. 20: 1, 3-6, 8, 12, el día de trabajo comenzaba «a primera hora de la mañana» (BJ) y continuaba hasta la hora duodécima, «al atardecer». De modo que el período de luz diurna estaba dividido en 12 partes iguales u horas, que al parecer variaban de longitud con las estaciones. La noche estaba dividida en «vigilias». En los tiempos del Antiguo Testamento había tres vigilias (Exo. 14: 24; Juec. 7: 19); pero en el Nuevo Testamento se usa el sistema romano que dividía la noche en cuatro vigilias (Mat. 14: 25; Mar. 6: 48), conocidas al parecer como anochecer, medianoche, canto del gallo y la mañana (Mar. 13: 35). Cada una tenía aproximadamente tres horas de duración. De los escritos de Josefo se deduce que este sistema se utilizaba entre los judíos en el siglo I (Antigüedades v. 6. 5; xviii. 9. 6).
El idioma común en Palestina en el siglo I era el arameo, el cual se había difundido mucho en Babilonia y en el Imperio Persa, y que los judíos habían asimilado y usado desde el regreso del cautiverio babilónico. Además del arameo, el griego estaba muy difundido en Palestina debido a los siglos de influencia helenística. Esta influencia se acentuaba más en las ciudades de la región de Decápolis y en otras ciudades helenísticas como Séforis, la capital de Galilea, que estaba situada a unos 6 km de Nazaret, la ciudad de crianza de Jesús. Los judíos nacidos en el mundo gentil que habían regresado del cautiverio a la tierra de sus antepasados, con frecuencia también hablaban griego.
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