LOS ATRIBUTOS INCOMUNICABLES (DIOS COMO SER ABSOLUTO)
Ha sido muy común en la teología, hablar de Dios como del Ser Absoluto. Al mismo tiempo resulta que el término «absoluto» es más característico de la filosofía que de la teología. En la metafísica, el término «el Absoluto» es una designación para la última base de toda existencia; y se piensa a veces que el Absoluto de la filosofía y el Dios del teísmo son uno y el mismo. Pero eso, no necesariamente es así. De hecho, resulta imposible igualar el concepto usual del Absoluto con el Dios de la Biblia y de la Teología Cristiana. El término «absoluto» se deriva del latín absolutus, vocablo compuesto de ab, (desde) y ‘Volveré (soltar), lo que indica una condición de libertad, o libre de limitaciones e impedimentos. Este pensamiento fundamental se elaboró en diversas maneras, y así fue como el Absoluto se consideró como aquel que está libre de todas las condiciones (El Incondicionado, o El que existe por sí mismo); libre de todas las relaciones, (El Irrelacionado); libre de todas las imperfecciones (El Perfecto); libre de todo fenómeno de diferencia o distinción, tales como materia y espíritu, Ser y atributos, sujeto y objeto, apariencia y realidad, (La Realidad, o Ultima Realidad).
La respuesta a la pregunta sobre que si el Absoluto de la filosofía puede identificarse con el Dios de la teología, depende del concepto que uno tenga del Absoluto. Si Spinoza concibe al Absoluto como al Ser que subsiste por sí mismo y con respecto al cual, todas las cosas particulares no son sino fugaces formas, identificando de esta manera a Dios con el mundo, entonces no podemos participar con este concepto del Absoluto como Dios. Cuando Hegel contempla al Absoluto como la unidad del pensamiento y del ser, como la totalidad de todas las cosas y que incluye todas las relaciones, y en el cual todas las desarmonías del presente se resuelven en una perfecta unidad, nos vemos otra vez en la imposibilidad de seguirlo para reconocer a este Absoluto como bios, y cuando Bradley dice que su Absoluto no tiene relación con nada, y que no puede existir ninguna relación práctica entre el Absoluto y la voluntad finita, tenemos que estar de acuerdo en que ese Absoluto no puede ser el Dios de la religión cristiana, puesto que éste sí entra en relaciones con sus criaturas finitas. Bradley no puede concebir al Dios de la religión sino como finito. En cambio, cuando al Absoluto se le define como la Primera causa de todas las cosas existentes, o como la última base de toda realidad, o como el Ser que existe por sí mismo, éste sí puede ser considerado como idéntico con el Dios de la teología. El es el único Infinito, que no existe sujeto a ningunas necesarias relaciones, porque se basta por sí mismo, pero al mismo tiempo puede libremente entrar en diversas relaciones con su creación como un todo, y con sus criaturas. En tanto que los atributos incomunicables acentúan el Ser Absoluto de Dios, los atributos comunicables acentúan el hecho de que El entra en diversas relaciones con sus criaturas. Vamos, en este capítulo, a considerar las siguientes perfecciones de Dios.
LA PROPIA EXISTENCIA DE DIOS
Dios existe por sí mismo. La base de su existencia se encuentra en el mismo. A veces, esta idea se expresa diciendo que El es causa sui (su propia causa); pero esta expresión difícilmente puede ser acertada, puesto que Dios no tiene causa; El existe por la necesidad de sí propio y por tanto, necesariamente. El hombre, al contrario, no existe necesariamente, y tiene la causa de su existencia fuera de sí mismo, La idea de la propia existencia de Dios se expresaba generalmente por el vocablo aseitas, que significa que tiene su origen en sí mismo, pero los teólogos reformados casi generalmente sustituyeron esta expresión por el vocablo in dependen tia (independencia) , que expresa que Dios no es solamente independiente en su Ser, sino que también lo es en todo posible aspecto: en sus virtudes, decretos, obras, etc. Podría decirse que existe en la criatura una débil huella de esta perfección; pero sólo en el sentido de que la criatura, aunque es absolutamente dependiente, tiene, sin embargo, su propia existencia diferente. Pero naturalmente, esto dista mucho de lo que es existencia propia. Este atributo de Dios está generalmente reconocido, se da por entendido en todas las religiones paganas, y en el Absoluto de la filosofía. Cuando se concibe al Absoluto como existente por sí mismo, y como la última razón de todas las 53 cosas, que voluntariamente entra en variadas relaciones con otros seres, puede identificarse como el Dios de la teología. Siendo el Dios que existe por sí mismo, no es independiente sólo en sí mismo, sino que también hace que todas las cosas dependan de Él. Esta propia existencia de Dios encuentra expresión en el nombre Jehová. Únicamente como existente por sí mismo, y como el Único Independiente, puede Dios darnos la seguridad de que eternamente será el mismo en relación con su pueblo. Se encuentran indicaciones adicionales de lo anterior, en la afirmación de Juan 5: 26, «Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo»; en la declaración de que El es independiente de todas las cosas, y que todas las cosas existen solamente por causa de Él, Salmo 94: 8 y siguientes; Isa. 40: 18 y siguientes; Hechos 7: 25; Y en afirmaciones que implican su independencia de pensamiento, Rom. 11: 33, 34, su independencia de voluntad, Dan 4: 35; Rom. 9: 19; Ef. 1: 5; Apoc. 4: 11; su independencia de poder, Salmo 115: 3; Y su independencia de designio, Salmo 33: 11.
LA INMUTABILIDAD DE DIOS La inmutabilidad de Dios es necesaria concomitante de su Aseidad. La inmutabilidad es aquella perfección por medio de la cual, Dios se despoja de todo cambio no solamente en su Ser, sino también en sus perfecciones, propósito y promesas. En virtud de este atributo queda exaltado sobre todos los sucesos, y está libre de todo aumento o disminución, de todo crecimiento o decadencia en su Ser y en sus perfecciones. Su conocimiento y planes, sus principios morales y voliciones permanecen para siempre los mismos. Hasta la razón nos enseña que ningún cambio es posible en Dios, puesto que todo cambio conduciría a mejor o a peor. Pero en Dios, que es la absoluta Perfección, son imposibles por igual las mejoras o las deterioraciones. Esta inmutabilidad de Dios claramente se enseña en pasajes de la Escritura como los siguientes: Ex 3:14; Sal 102: 26 28; Isa. 41:4; 48:12; Mal 3:6; Rom. 1: 23; Heb. 1: 11 y 12; Santo 1: 17. Al mismo tiempo hay muchos pasajes de la Escritura que aparentemente atribuyen cambios a Dios. ¿No fue Él quien habitaba en la eternidad, procedió enseguida a la creación del mundo, fue Dios encarnado en ‘Cristo, y hace su morada en la Iglesia como Espíritu Santo? ¿ N o es El a quien &e le representa revelándose y ocultándose, viniendo y regresando, arrepintiéndose y cambiando de intención, tratando al hombre antes de su conversión de un modo, y después de su conversión de otro modo? Compárese Ex 32: 10 14; Jonás 3: 10; Prov. 11: 20; 12: 22; Salmo 18: 26 y 27. La objeción así implicada se basa hasta cierto punto en falta de comprensión. La inmutabilidad divina no debe entenderse como si implicara inmovilidad, como si en Dios no hubiera movimiento. Hasta se acostumbra en teología hablar de Dios como actus purus, un Dios que siempre está en acción. La Biblia nos enseña que Dios entra en multiformes relaciones con el hombre, y como si así fuera, vive la vida humana con los hombres. Todo cambia alrededor de Dios, cambian las relaciones del hombre para con El; pero no se efectúa cambio alguno en el Ser Divino, ni en sus atributos, decretos, motivos de acción, ni en sus promesas. El propósito creativo estuvo eternamente con Él, y no hubo cambio en El cuando ese propósito se realizó por un sencillo y eterno acto de su voluntad. La encarnación no ocasionó cambio en el Ser o en las perfecciones de Dios, ni en su propósito, porque fue su eterno beneplácito enviar al Hijo de su amor al mundo. Y si la Escritura dice que Dios se arrepiente, que cambia de intención, y que muda sus relaciones con los pecadores cuando estos se arrepienten, debemos recordar que esta es únicamente una manera antropopática de hablar. En realidad, el cambio no se efectúa en Dios sino en el hombre, y en las relaciones de éste con Dios. Es importante mantener la inmutabilidad de Dios en contra de la doctrina de los Pelagianos y de los Arminianos que enseñan que Dios está sujeto a cambio, ni ciertamente en cuanto a su Ser, pero sí en cuanto a su conocimiento y voluntad, en forma tal que sus decisiones en gran parte dependen de las acciones del hombre; en contra también de la idea panteísta de que Dios es un eterno devenir más bien que un Ser absoluto, y que ese inconsciente gradualmente va desenvolviéndose en consciente personalidad en el hombre; y además, en contra de la tendencia actual de algunos, de hablar de un finito, que se debate, y que gradualmente llega a ser Dios.
LA INFINIDAD DE DIOS
La infinidad de Dios es aquella perfección suya por medio de la cual queda libre de todas las limitaciones. Al atribuirla a Dios negamos que haya o pueda haber algunas limitaciones para el Ser Divino o para sus atributos. En la infinidad se implica que Dios no puede estar limitado por el Universo, por el tiempo espacio del mundo, o confinado al Universo. La infinidad no confunde la identidad de Dios con la suma total de cosas existentes, ni excluye la coexistencia de las cosas derivadas y finitas con las cuales Dios sostiene relación. La infinidad de Dios debe concebirse como intensiva, y no debe confundirse con la extensión ilimitada como si Dios se expandiera por todo el Universo, una parte de su Ser tocándonos aquí y otra a los de más allá, porque Dios no tiene cuerpo y, por lo tanto, no tiene extensión. Tampoco debe considerarse la infinidad como un concepto meramente negativo, aunque es perfectamente cierto que no podemos formamos una idea positiva de ella. En Dios es una realidad plenamente comprendida sólo por El. Pasemos a distinguir varios aspectos de la infinidad de Dios.
SU ABSOLUTA PERFECCIÓN Esta es la infinidad del Ser Divino considerada en sí misma. No debe entenderse en sentido cuantitativo, sino cualitativo; ella califica todos los atributos comunicables de Dios. El poder infinito no es un quantum absoluto, sino una inagotable potencia de poder; y la infinita santidad no es un ilimitado quantum de santidad, sino una santidad que está cualitativamente libre de toda limitación o defecto. Lo mismo debe decirse del conocimiento y de la sabiduría infinitos, y del amor y de la justicia infinitos. El Dr. Orr dice: «Quizá podemos decir que la infinidad en Dios es finalmente: (a) interna y cualitativamente, ausencia de toda limitación y defecto; (b) ilimitada potencialidad». 27 En este sentido de la palabra la infinidad de Dios es simplemente idéntica con la perfección del Ser Divino. La prueba escritural de lo anterior se encuentra en Job 11: 1 10; Sal 145: 3; Mat. 5: 48.
SU ETERNIDAD
La infinidad o Infinitud en relación con el tiempo se llama eternidad. La forma en que la Biblia describe la eternidad de Dios es simplemente diciendo que su duración abarca edades sin fin. Sal 90: 2; 102: 12; Ef. 3: 21. Debemos recordar, sin embargo, que al hablar así, la Biblia usa el lenguaje popular, no el de la filosofía. Generalmente, concebimos la eternidad de Dios’ de la misma manera, es decir, como duración infinita prolongada tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Pero ese solamente es un modo popular y simbólico de representar lo que en realidad trasciende el tiempo y difiere de él esencialmente. La eternidad en el estricto sentido de la palabra se adscribe a lo que trasciende todas las limitaciones temporales. Que esto se aplica a Dios en ese sentido es lo que declara cuando menos II Pedro 3: 8. «El tiempo», dice el Dr. Orr, «estrictamente tiene relación con el mundo de objetos que existen en sucesión. Dios llena el tiempo; está en cada parte de él, pero su eternidad, sin embargo, no es este existir en el tiempo. La eternidad es, más bien, lo que hace contraste con el tiempo».28 Nuestra existencia queda dividida por días, semanas, meses y años; no así la existencia de Dios. Nuestra vida está dividida en pasado, presente y futuro; pero en la vida de Dios no cabe semejante división. El es el eterno «Yo soy». Su eternidad puede definirse como aquella perfección divina por medio de la cual El se eleva sobre todas las limitaciones temporales) todas las sucesiones de momentos) y goza de la plenitud de su existencia en un indivisible presente. La relación de Eternidad a tiempo constituye uno de los más difíciles problemas de la filosofía y de la teología, quizá de imposible solución en nuestras presentes condiciones.
SU INMENSIDAD
La infinitud de Dios puede también contemplarse con relación al espacio, y entonces se llama su inmensidad. Puede definirse como aquella perfección del Ser divino por medio de la cual trasciende todas las limitaciones espaciales) y sin embargo está presente en cada sitio del espacio con todo su Ser. La Inmensidad tiene un lado negativo y otro positivo; le niega todas las limitaciones espaciales al Ser divino y afirma que Dios está sobre el espacio y llena sitio de éste con toda la plenitud de su Ser.
Añadimos y repetimos estas últimas palabras para poner en guardia contra la idea de que Dios está difuso por todo el espacio, de modo que una parte de su Ser está presente en este lugar y otra parte en algún otro lugar. Distinguimos tres modos de estar presente en el espacio. Los cuerpos están en el espacio en forma circunscripta, porque están rodeados por él; los espíritus finitos están en el espacio en forma conclusiva o fija, puesto que no pueden estar en todas partes, sino solamente en un lugar definido, y a diferencia de los dos anteriores, Dios está en el espacio y lo llena en forma plena, porque llena todo sitio o lugar.
No está ausente de ninguna parte del espacio, ni más presente en un lugar que en otro. En cierto sentido las expresiones «inmensidad» y «omnipresencia» aplicadas a Dios, denotan la misma cosa y pueden, por tanto, considerarse como sinónimos. Pero hay un punto de diferencia que debe notarse cuidadosamente. «Inmensidad» señala el hecho de que Dios trasciende a todo espacio sin quedar sujeto a las limitaciones de éste; en tanto que «omnipresencia» denota que a pesar de lo anterior, El hinche cada parte del espacio con su Ser completo.
La inmensidad hace énfasis en la transcendencia de Dios, y la omnipresencia en su inmanencia. Dios está inmanente en todas sus criaturas, en su creación total; pero de ninguna manera encerrado por ella. En lo que atañe a las relaciones de Dios con el mundo, debemos evitar, por una parte el error del panteísmo, tan característico en una gran parte del pensamiento actual con su negación de la trascendencia de Dios y su hipótesis de que el Ser de Dios es realmente la sustancia de todas las cosas; y por otra parte, el concepto teísta de que Dios en verdad está presente en la creación per potentiam (con su poder): pero no per essentiam et naturam (con su verdadero Ser v naturaleza) y actúa sobre el mundo desde la distancia.
Aunque Dios es distinto del mundo y no puede ser identificado con él, sin embargo, está presente en cada sitio de su creación, no solamente per potentiam, sino también per essentiam. Esto no significa, sin embargo, que esté igualmente presente, ni presente en el mismo sentido en todas sus criaturas. Naturalmente habita en ellas de acuerdo con la naturaleza de dichas criaturas.
No habita en el hombre, ni en el mundo inorgánico como en la creación orgánica, ni en el malvado como en el piadoso, ni en la Iglesia como en Cristo. Hay una interminable variedad en la manera en que El está inmanente en sus criaturas, y en la medida en Que éstas revelan a Dios ante quienes tienen ojos para ver. La omnipresencia de Dios está claramente revelada en la Escritura.
El cielo y la tierra no le pueden contener. 1 Rey. 8: 27: Isa. 66: 1; Hech. 7: 48 y 49: al mismo tiempo que El llena cielos y tierra. El está próximo a cada uno de quienes le buscan: Sal 139: 7 10; Jer. 23: 23 y 24; Hech. 17: 27 y 28.
LA UNIDAD DE DIOS
Se hace distinción entre Unitas singularitatis y Unitas simplicitatis.
LAS UNITAS SINGULARITATIS
Este atributo insiste sobre la unidad y la unicidad de Dios, el hecho de que él es numéricamente uno (unidad) y que en su carácter es único (unicidad). Implica que no hay sino un solo Ser Divino, que la naturaleza del caso exige que haya solamente uno, y que todos los otros seres tiene su existencia de Él, por El y par El. El La Biblia nos enseña en varios pasajes que hay solamente un Dios verdadero.
Salomón suplicaba a Dios que sostuviera la causa de su pueblo «para que todos los pueblos de la tierra conocieran que solamente Jehová es Dios y que no hay otro», 1 Reyes 8: 60. Y Pablo escribió a los Corintios, «Pero para nosotros hay solamente un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros para El; y sólo un Señor Jesucristo, por quien son todas las cosas y nosotros por medio de El.» 1 Cor. 8: 6.
En forma parecida escribe a Timoteo, «Porque hay un Dios, y asimismo un Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» 1 Tim. 2: 5. Otros pasajes no insisten en la unidad numérica de Dios tanto como insisten en su unicidad. Así acontece en las bien conocidas palabras de Deut. 6: 4, «Oye, oh Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». El vocablo hebreo «echad», traducido por «uno» puede también traducirse «solamente uno», lo que es equivalente al alemán «einig» y al holandés «eenig».
Y parece’ ser ésta la mejor traducción. Keil insiste en el hecho de que este pasaje no enseña la unidad numérica de Dios, sino más bien que Jehová es el único Dios que tiene derecho al nombre Jehová. Este es también el significado del vocablo en Zacarías 14: 9. La misma idea está bellamente expresada en la pregunta de estilo retórico en Ex 15: 11, «¿Quién como Tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?»
Con esto quedan excluidos todos los conceptos politeístas acerca de Dios.
LA UNITAS SIMPLICITATIS
En tanto que la unidad expuesta en el párrafo precedente coloca Dios aparte de los otros seres, la perfección que ahora vamos a considerar tiene por objeto expresar la unidad interna y cualitativa de Ser Divino. Cuando hablamos de la simplicidad de Dios queremos describir con esta expresión el estado o la cualidad de su ser simple, la condición de un ser libre de toda división en partes, y por tanto libre también de toda composición.
Significa que Dios no está compuesto, y que no es susceptible de división en ningún sentido de la palabra. Esto implica entre otras cosas que las tres personas de la Deidad no son otras tantas fracciones que entran en la composición de la esencia divina, que no hay diferencia entre la esencia de Dios y sus perfecciones, y que sus atributos no son adiciones a su esencia.
Puesto que tanto la esencia como los atributos son uno, la Biblia puede hablar de Dios como luz y como vida, como justicia y amor, identificándolo así con sus perfecciones. La simplicidad de Dios se deduce de algunas de sus otras perfecciones; de su Aseidad, que excluye la idea de que alguien le precedió, como resulta en el caso de los compuestos; de su inmutabilidad, la que no podría afirmarse de su naturaleza, si ésta estuviera constituida por diferentes partes.
Mucho se discutió sobre esta perfección durante la Edad Media, y fue negada por Socinianos y Arminianos. La Escritura no la afirma explícitamente; pero la implica al hablar de Dios como justicia, verdad, sabiduría, luz, vida, amor, etc., y de esta manera indica que cada una de las mencionadas propiedades, siendo absolutamente perfecta, resulta idéntica con el Ser Divino.
En recientes obras de teología la simplicidad de Dios raramente se menciona. Muchos teólogos la niegan sin titubeos, sea porque la consideren como una mera abstracción metafísica, o porque, en su concepto, choca con la doctrina de la Trinidad. Dabney cree que no hay composición en la substancia de Dios; pero niega que en El la sustancia y los atributos sean una y la misma cosa. Dabney dice que Dios no es más simple, en este sentido, que los espíritus finitos.29 Berkhof
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