Sábado
(heb. shabbâth, "[día de] reposo", "cesación"; shabbâthôn [una variante de shabbâth]; ambas palabras derivan del verbo shâbath, "cesar", "descansar", "guardar el sábado"; gr. sábbaton,"sábado").
El día de reposo semanal, instituido al final de la semana* de la creación
y observado por los adoradores de Dios, tanto judíos como cristianos,
durante toda la época abarcada por la historia bíblica. Cuando
Dios acabó de crear la tierra, "reposó el día séptimo
de toda la obra que hizo" (Gn. 2:1,2). Este "reposo"* no fue
consecuencia del cansancio o la fatiga (Is. 40:28), sino del hecho de que la
tarea estaba completa y el mundo era perfecto (Gn. 1:31). Concordaba en todo
sentido con su ideal, y le puso fin a su trabajo, porque su obra ya no se podía
mejorar. Entonces "bendijo Dios el día séptimo, y lo santificó"
como un monumento recordativo de su obra creadora (2:3). Puesto que "el
día de reposo [sábado] fue hecho por causa del hombre" (Mr.
2:27) -es decir, en beneficio del hombre- es lógico llegar a la conclusión
de que la bendición divina con que el Creador invistió al 7º
día de la semana debía constituir un canal de felicidad para Adán
y Eva. Puesto que Dios también lo "santificó" (Gn. 2:3),
o lo separó para uso sagrado, podemos estar seguros de que nuestros primeros
padres dedicaron esas horas santas a Dios. Que el Creador tenía la intención
de que la bendición del sábado fuera para todos los hombres de
todos los tiempos, resulta evidente de la declaración de que "fue
hecho por causa del hombre" (Mr. 2:27), con el propósito de que
éste descansara y lo empleara con motivos santos. De acuerdo con esto,
el 7o día es un día de reposo para todos los que reconocen que
son descendientes de Adán y Eva, y no sólo para los judíos.
En efecto, éstos recién aparecieron muchos siglos después
de la creación, y Dios nunca tuvo la intención de que ellos monopolizaran
la observancia del sábado. 1017
Es evidente que nuestros primeros padres y sus descendientes entendieron el
significado del 7º día, porque: 1. Dios no llevó a cabo las
obras de la semana de la creación en beneficio propio, sino en favor
del hombre. Y puesto que el reposo de Dios en el 7º día no era consecuencia
del cansancio, y que ese día formaba parte de la semana de la creación,
tal como su nombre lo indica, resulta evidente que la bendición y la
santificación del sábado también eran en beneficio del
hombre, particularmente para su bien espiritual y moral. 2. Desde los albores
de la historia la semana de 7 días ha sido conocida y aceptada como medida
de tiempo (Gn. 7:4, 10; 8:10, 12; 29:27). Puesto que su duración no depende
de los movimientos de ninguno de los cuerpos celestes, y no hay manera de trazar
su origen aparte del relato de la creación que encontramos en Gn. 1 y
2, la aceptación por parte del hombre de la semana de 7 días en
aquellas primeras épocas se debe remontar al hecho de que Dios estableció
el 7º día de la semana como día de reposo, bendición
y santificación.
La 1ª aparición de la palabra sábado en las Escrituras se
encuentra en Ex. 16:21-30, en relación con la caída del maná
antes de la llegada de Israel al monte Sinaí. Dios puso énfasis
en la importancia del 7º día de la semana, como día de descanso,
al proporcionar una doble ración en el día 6º y nada en el
7º. Este milagro semanal comenzó el 2º mes después de
la partida de Israel de Egipto (vs 1, 14, 15), y duró 40 años,
hasta el mes 1º (Jos. 5:10-12; cf Ex. 12:2-11; 16:35), es decir, más
de 2.000 sábados semanales sucesivos.
En el monte Sinaí, Dios prescribió la observancia del reposo del
7º día con las palabras del 4º mandamiento del Decálogo
(Ex. 20:8-11). Escribió esta ley con su propio dedo en tablas de piedra
(Ex. 31:18; Dt. 9:10) y le dio instrucciones a Moisés para que fuera
puesta en el arca del pacto (Dt. 10:1-5). La palabra "acuérdate",
con que comienza el mandamiento relativo al sábado, no quiere decir que
la observancia del 4º mandamiento es más importante que la de los
otros 9, porque todos son iguales (Jos. 2:8-11; Stg. 2:10,11). El pueblo de
Dios tenía que "acordarse" del sábado porque "en
seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas
las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día";
es decir, el sábado es un monumento recordativo del Creador y de la creación.
Por eso, "Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó"
en el mismo principio. Dios sabía que la tendencia natural del hombre
consistiría en preocuparse tanto de las cosas que había hecho
durante los 6 días de la creación, que olvidaría Quién
las había hecho, una tendencia universal y evidente desde aquellos lejanos
tiempos (Ro. 1:20-25).
Las Escrituras del AT a menudo diferencian al verdadero Dios de los dioses falsos
por su poder creador. Por ejemplo, en Sal. 96:5 leemos: "Todos los dioses
de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos".
Era el propósito del Señor que el hombre comprendiera "las
cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad" por medio "de
las cosas hechas" (Ro. 1:20). De acuerdo con esto, el Creador infinitamente
sabio instituyó el sábado con el fin de que no se olvidara a Dios
y se deslizara hacia la idolatría, y así fuera una bendición
para el ser humano y no una carga. El Señor declaró definidamente
que sería una "señal" permanente entre él y su
pueblo, por medio de la cual siempre reconocerían que el verdadero Dios
era su Dios (Ex. 31:13). Además de su importancia universal para todos
los hombres, el sábado tendría un significado adicional para Israel
como recuerdo de que el Señor los había librado de la esclavitud
egipcia y les había dado descanso (Dt. 5:12-15).
Aparte de los sábados semanales (Lv. 23:3) había 7 sábados
ceremoniales por año, diseminados a lo largo del calendario litúrgico:
1 y 2. Los días 1º y último de la fiesta de los Panes sin
Levadura (vs 7, 8). 3. El Pentecostés (v 21). 4. El 1er día del
7º mes (v 24). 5. El Día de la Expiación (v 27). 6 y 7. Los
días 1º y último de la fiesta de las Cabañas (vs 34-
36). Los sábados ceremoniales podían caer en cualquier día
de la semana, y de vez en cuando coincidían con el sábado semanal.
Además de los sábados semanales y anuales, cada 7 años
había un año sabático,* durante el cual no se trabajaba
la tierra (25:3-7). Cada 50 años se proclamaba un jubileo,* que duraba
un año, durante el cual las propiedades volvían a sus dueños
originales.
Al imponer la suspensión del trabajo, el 4º mandamiento proveía
el tiempo para el descanso físico y el refrigerio espiritual. Sin embargo,
ese tiempo no se debía dedicar a la ociosidad, porque Dios instruyó
a su pueblo para que se reuniera en "santa convocación" (Lv.
23:3; cf Ez. 46:3). La preeminencia del sábado sobre los demás
días de la semana se acentuó en el ritual del antiguo tabernáculo
y del templo mediante la ofrenda de un cordero adicional (Nm. 28:9, 10) y de
la renovación en ese día de los panes de la proposición
(Lv. 24:5-8; 1 Cr. 9:32). De acuerdo con la ley levítica, la sanción
que merecía la violación del sábado era la muerte (Ex.
31:14-16), y a lo menos se registra un caso de ajusticiamiento 1018 de alguien
que violó el sábado voluntariamente (Nm. 15:32-36).
La violación del sábado fue uno de los pecados que dio como resultado
el cautiverio babilónico (Jer 17:19-27). Tal como Jeremías, el
profeta Ezequiel se lamentaba porque en sus días el sábado era
ignorado en gran medida (Ez. 20:12-24; 22:8; 26:23, 38). Al escrutar el futuro,
Isaías previó la conversión de los gentiles y prometió
una bendición para quienes guardaran el sábado (ls. 56:2-6; cf
58:13). Después del cautiverio los judíos cayeron de nuevo en
el descuido con respecto a la observancia del sábado, y Nehemías
impulsó una reforma con el fin de fomentar dicha observancia (Neh. 10:31-13:15-22).
Durante la época intertestamentaria los fariseos cargaron el sábado
con una cantidad de reglamentos triviales que hicieron de él una carga
en vez de una bendición. Esos pesados reglamentos, codificados más
tarde en la Mishná, formaban parte de la tradición que Jesús
combatió tan vigorosamente durante todo su ministerio (Mt. 23:4; Mr.
7:1-13). La Mishná (Shabbath 7.2) hace una lista de 39 trabajos diferentes
que no se pueden llevar a cabo en ese día, y hay además una cantidad
innumerable de otros minuciosos reglamentos. En efecto, 2 tratados completos
de la Mishná, Shabbath y {Erubin, se dedican a enumerar los diversos
reglamentos concernientes al sábado. Estaba prohibido, por ejemplo, deshacer
un nudo, escribir más de 2 letras del alfabeto o borrar un espacio mayor
del que da cabida a 2 letras, encender un fuego o apagarlo. El reglamento más
conocido es el que se refiere al "camino de un sábado", que
era de más o menos 1 km. También se consideraba violación
del día de reposo contemplarse en un espejo fijo en la pared. Se podía
vender a un gentil el huevo que la gallina ponía en sábado, pero
no se lo podía comer; también se podía contratar a un gentil
para que encendiera una vela o el fuego ese día: se consideraba ilegal
escupir en tierra, no fuera que una hoja de pasto recibiera irrigación
por ese medio; no se permitía que alguien llevara un pañuelo durante
el sábado, a menos que una punta estuviera cosida a la ropa, en cuyo
caso ya no era técnicamente un pañuelo, sino parte de las vestiduras.
De este modo Los rabinos ponían énfasis en los aspectos negativos
de su observancia, es decir, en lo que no había que hacer, y de esta
manera magnificaban la importancia de las formas de la religión mientras
le restaban trascendencia a su contenido. Hicieron del sábado un fin
en sí mismo, y convirtieron a los hombres en esclavos de él. Estos
reglamentos negativos y minuciosos sirvieron eficazmente para oscurecer su verdadero
propósito. Este énfasis rabínico sobre su rígida
observancia llegó a su apogeo durante el ministerio terrenal de nuestro
Señor, y en ningún otro aspecto entró Jesús en un
conflicto más agudo con los dirigentes del judaísmo que con respecto
a la observancia del sábado. Enseñó que éste había
sido instituido en beneficio del hombre (Mr. 2:27, 28), y enfatizó los
aspectos positivos de su observancia, es decir, en la clase de actividad que
se puede llevar a cabo en ese día. Nada de lo que dijo o hizo se puede
interpretar como opuesto al sábado que aparece en los Diez Mandamientos
o en la ley levítica. Su protesta estaba orientada exclusivamente contra
los abusos que había sufrido el día de reposo en manos de los
rabinos, y su propósito consistió en liberar el día de
los pesados reglamentos con que lo habían sobrecargado (Mt. 23:13). Era
su costumbre dedicar el día a su participación en los servicios
religiosos y a la instrucción religiosa (Mr. 1:21; 3:1; Lc. 4:16-27;
13:10), a actividades sociales apropiadas (Mr. 1:29-31; 2:23; Lc.14:1-3) y a
obras de misericordia. Llevó a cabo 7 de sus milagros de sanidad durante
el sábado (Mr.1:21-31; 3:1-5; Lc. 13:10-17; 14:1-4; Jn. 5:1-15; 9:1-7).
Durante toda la época comprendida por el NT, los cristianos guardaron
el 7º día de la semana como su día de reposo. En vista de
la gran importancia que los judíos le adjudicaban, y a la luz de la tormenta
de oposición suscitada por la inobservancia por parte de los gentiles
de las prescripciones rituales (Hch. 15; Gá. 2; 3), la más mínima
desviación de la observancia del sábado establecida por el Decálogo,
ya sea por parte de Pablo o de cualquiera de los dirigentes de los tiempos apostólicos,
inevitablemente habría producido una avalancha de protestas similar a
la que surgió con respecto a reglamentos como la circuncisión,
a comer con los gentiles y diversas otras disposiciones relativas a la liturgia
(Hch. 11:1-3; 15:1, 2; 21:20, 21; Gá. 3:1; 4:10; 5:1). Parece imposible
que si hubiera habido una contienda acerca de la observancia del sábado,
no haya sido registrada en el NT. Pero los autores del NT guardan un completo
silencio al respecto. Por el contrario, se menciona frecuentemente que el apóstol
Pablo, al recorrer el mundo gentil para proclamar el evangelio, entraba "en
la sinagoga en un día de reposo [sábado]" (Hch.13:14, 44;
16:13; 17:2; 18:4). Se puede argumentar que lo hacía porque estaba seguro
de encontrar en ese día una buena audiencia. Pero, al mismo tiempo, el
NT guarda silencio con respecto a cualquier reunión religiosa cristiana
celebrada en el 1er, día de la semana que pueda proporcionar la más
mínima evidencia de que los creyentes de aquel tiempo le adjudicaban
alguna importancia especial a ese día. Entre los pasajes del NT que a
veces se citan en un intento de probar la observancia del 1er, día de
la semana por los cristianos de los días apostólicos, se encuentran
Mt. 28:1, Hch. 20:7, 1 Co. 16:2 y Ap. 1:10, pero cuando se los examina se descubre
que estos versículos no proporcionan evidencia alguna que indique la
transferencia de la santidad del 7º día de la semana al 1º,
o que los cristianos de la iglesia primitiva hayan considerado alguna vez que
el 1er día era un día santo. La verdad absoluta es que desde el
principio hasta el fin la Biblia no reconoce otro día fuera del 7º
de la semana como día santo semanal de perpetua obligación. (Para
una explicación del problema presentado en el texto griego de Lc. 6:1,
véase CBA 5:726,147, 148.) Véanse Día del Señor;
Primer día de la semana.
440. Ostracon encontrado en Elefantina. La inscripción aramea menciona
el sábado.
La 1a mención al sábado proveniente de fuentes extrabíblicas
aparece en un óstracon con inscripciones, que se encontró en la
isla de Elefantina* (fig 440). Estas inscripciones del s V a.C. fueron hechas
por colonos judíos que vivían en la isla, quienes eran mercenarios
por cuenta de los persas. En los registros de las naciones antiguas no se menciona
nunca el sábado. El término bab. shabatu, relacionado por algunos
con el 7º día, no era de descanso semanal, sino el nombre que se
le daba al día en que caía la luna llena, y que se celebraba como
festividad una vez por mes. Algunos han visto vestigios de la existencia del
7º día de la semana en los tabúes especiales adjudicados
a los días 7º,14º, 21º y 28º del mes, que aparecen
en las antiguas hemerologías de Mesopotamia, es decir, en las listas
de días propicios y adversos, que contienen reglas acerca de lo que se
debe hacer y no hacer en ciertos días. Es posible que estas disposiciones
reflejen en cierto modo y en forma vaga el recuerdo de la semana original conocida
por los patriarcas. Un estudio de las prácticas religiosas de las naciones
paganas de la antigüedad pone en evidencia que el politeísmo y la
idolatría borraron casi totalmente el conocimiento de Dios y del verdadero
culto. Los paganos se enteraron de la existencia del sábado por medio
de los judíos de la Dispersión.+
Camino de un Sábado.
Expresión que se aplicaba en tiempos de Cristo a la distancia que podía
recorrer un judío durante el sábado sin quebrantar la ley judía
tradicional. La frase aparece en la Biblia únicamente en Hch 1:12, donde
Lucas la usa con el fin de indicar la distancia que existía entre Jerusalén
y el monte de los Olivos, para información de Teófilo, el destinatario
del libro (v 1),quien aparentemente no estaba familiarizado ni con Palestina
ni con Jerusalén. La distancia que hay entre el muro oriental y el lugar
tradicional de la ascensión es de unos 686 metros en línea recta,
pero es bastante más cuando uno recorre el camino realmente. Los rabinos
fundamentaban este reglamento relativo al camino de un sábado en la prohibición
que encontramos en Ex. 16:29, donde dice: "Estése, pues, cada uno
en su lugar" durante el día de reposo, y establecieron que este
"lugar" se podía extender a una distancia de 2.000 codos a
partir de la casa de un hombre. La distancia de 2.000 codos (unos 890 m en tiempos
del NT; según otros, hasta unos 1.200 m) la obtenían en parte
de Nm. 35:5, donde dice que el ejido de una ciudad levítica debía
ser de 2.000 codos a partir del muro, en todas direcciones; y en parte de Jos.
3:4, en que se da la orden que los israelitas, cuando estaban en marcha, no
debían acercarse al arca a una distancia no menor de 2.000 codos. De
ahí la interpretación de que el campamento se encontraba a esa
distancia del tabernáculo, naturalmente al cual sí se podía
ir durante el sábado. Dentro del perímetro de la ciudad no había
restricciones para caminar, por más que ésta fuera bien grande.
Puesto que estas prohibiciones les producían a los judíos muchos
problemas y dificultades, los rabinos descubrieron la manera de obviarlas: ampliar
la distancia de 2.000 a 4.000 codos, lo que se logró estableciendo que
la "residencia" podía ubicarse al final de los primeros 2.000
codos, depositando alimentos allí antes que comenzara el sábado.
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