En Job 2:9 se afirma: «Entonces le dijo su mujer: ¿Aún
retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete». Oí
decir que el texto original dice bendecir y no maldecir; ¿es cierta
esa versión?
Pr. Manuel Rodríguez
Efectivamente, el texto hebreo utiliza el verbo «bendecir» (berak)
y no el otro verbo que expresa lo contario (qillel ou arar, que equivale a maldecir).
Sin embargo, en este caso, no basta una respuesta breve.
Al examinar una palabra bíblica debemos considerar sus diversos usos
dentro del contexto específico. Lo que complica el cuadro es que «maldecir»
no está entre las acepciones del verbo berak («bendecir»).
Sin embargo, hay ciertos textos en los cuales el verbo bendecir parece indicar
que hay que entenderlo como maldecir o blasfemar. Los estudiosos de la Biblia
llaman a esto «uso eufemístico del verbo» (eufemismo, término
que el diccionario define como «modo de expresar con suavidad o decoro
ideas cuya franca expresión sería malsonante»).
Para el escritor bíblico, aparentemente la combinación del verbo
«maldecir/bendecir» con «Dios» (maldecir a Dios) resultaba
hiriente para su sensibilidad, razón por la cual le pareció necesario
parafrasear el concepto utilizando un recurso que le resultara menos ofensivo.
El resultado fue la sustitución del verbo «bendecir» por otro,
«maldecir».
Las expresiones eufemísticas son comunes en todos los idiomas, y el
hebreo no es una excepción. El desafío consiste en saber cuándo
el verbo es usado de forma eufemística. Examinemos algunos textos.
1. Uso del eufemismo fuera del libro de Job. Es muy limitado el número
de pasajes en los que aparece el fenómeno ya planteado. Uno de los mejores
ejemplos está registrado en 1 Reyes 21:10-13 «y poned a dos hombres
perversos delante de él, que atestig:uen contra él y digan: Tú
has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera.
11Y los de su ciudad, los ancianos y los principales que moraban en su ciudad,
hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas
que ella les había enviado. 12Y promulgaron ayuno, y pusieron a Nabot
delante del pueblo. 13Vinieron entonces dos hombres perversos, y se sentaron
delante de él; y aquellos hombres perversos atestiguaron contra Nabot
delante del pueblo, diciendo: Nabot ha blasfemado a Dios y al rey. Y lo llevaron
fuera de la ciudad y lo apedrearon, y murió.» Jezabel instruyó
a ciertos testigos falsos para que hablaran contra Nabot, afirmando que lo habían
escuchado «[bendiciendo, en hebreo]» a Dios y al rey. Por esto, Nabot
fue condenado a muerte. Obviamente nadie quiere que lo apedreen por haber bendecido
a Dios. Éste es un caso en la cual el verbo «bendecir» es utilizando
como un eufemismo.
2. Uso del eufemismo en el libro de Job. Job tenía la costumbre de ofrecer
sacrificios en favor de sus retoños, por cuanto, según él,
«Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado
[‘bendecido’, en hebreo] contra Dios…» (Job 1:5). Por el hecho de bendecir
a Dios no se requiere ofrecer sacrificios.
A continuación escuchamos a Satanás expresando lo siguiente acerca
de Dios, «Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás
si no blasfema [bendice, en hebreo] contra ti en tu misma presencia» (Job
1:11, ver también 2:5). Ésta no es una expresión sarcástica.
«Y verás si no blasfema contra ti», constituye una expresión
de certeza. La frase «en tu misma presencia» expresa abierto desdén.
El uso eufemístico del verbo «blasfemar/bendecir parece ajustarse
muy bien al contexto.
3. Uso del eufemismo en el discurso de la mujer de Job. La mujer de Job afirmó:
«bendice» o «maldice a Dios y muérete?» La respuesta
de Job parece apoyar la idea del uso de «bendecir» como un eufemismo
para «maldecir». Si ella lo estuviera estimulando a que bendiga a
Dios, ¿por qué Job le dice a su mujer que habla como «cualquiera
de las mujeres fatuas?» Lo que quiere decir es que Job no halló
coherentes sus palabras con el espíritu de adoración a Dios.
Como sabemos poco acerca de esa mujer tenemos la tendencia a considerarla muy
mal. Obviamente, el sufrimiento del marido también le causó a
ella muchos dolores. Le resultó penosa la pérdida de todos sus
bienes materiales pero, desde el punto de vista emocional y psicológico,
la tragedia que más la afectaba era la pérdida de sus hijos. Con
todo, en silencio ella hizo frente al dolor. Amaba a Job. Debe haberle resultado
muy difícil ver al marido en ese estado e, imposibilitada de ofrecerle
algún tipo de alivio, su impotencia le provocaba gran angustia.
En esa situación le quedaba una sola salida. Expresarle a su esposo
la preocupación que nacía en lo más profundo de su corazón,
hasta donde llegaban las raíces de su amor por Job. A diferencia de Pedro,
ella no hallaba que estaba repitiendo las palabras de Satanás. No, no
era una mujer loca, pero en ese momento habló como si lo fuera.
Comprendiendo a su mujer, Job le preguntó: «¿Qué?
¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (vers.
10). Parecía que él quería transmitirle a su mujer:
«Dios nos dio sus bienes para administrárselos, y lo hicimos con
alegría y fidelidad. Ahora, por amor a él nos toca administrar
el sufrimiento; por lo tanto, aférrate a la fe». Puede ser que en
ese momento ella lo haya abrazado. Si así fue, seguramente lloraron mucho.
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