La Reforma en Suiza y Francia

Publicado por - en

Ulrico Zwinglio.

Ulrico Zwinglio (1484-1531) nació en las montañas de la Suiza oriental, y estudió en Basilea, Berna y Viena. Durante diez años actuó como sacerdote en Glarus. Como sacerdote y más tarde como ministro del Evangelio, siempre se interesó en los soldados. Con frecuencia los acompañaba al campo de batalla como capellán, y finalmente murió como tal en un combate. Zwinglio fue atraído en su juventud por las enseñanzas de los humanistas. Se sintió especialmente conmovido por un poema de Erasmo, en el cual se quejaba de que los hombres no van a Jesucristo para resolver sus problemas religiosos, a pesar de que sólo en él pueden encontrar «felicidad, perdón y salvación». Zwinglio se había convencido desde muy temprano que la salvación sólo se obtiene por medio de la fe sin el mérito de las buenas obras.

Zwinglio fue a Zurich en 1518 como sacerdote de la catedral, e inmediatamente comenzó a predicar sermones en los que exponía el Evangelio según San Mateo. En 1520 renunció a la pensión papal que había recibido durante cinco años, y ávidamente leyó los escritos de Lutero. Se negó a aprobar el ayuno durante la cuaresma, con lo que escandalizó a su superior, el obispo de Constanza. Desde ese momento procuró basar sus enseñanzas y su vida únicamente en las Escrituras. Para él las Escrituras eran arjitéles: la primera y la última palabra. Pronto atacó el celibato de los sacerdotes, los votos monásticos y la salvación por las obras. Con otros diez sacerdotes pidió permiso al obispo y al gobierno de Zurich y a los gobernantes de varias regiones de Suiza para predicar el Evangelio.

En tesis Zwinglio destacó la autoridad de la Biblia, la mediación de Cristo y la justificación por la fe. Inevitablemente tuvo que hacer frente al dilema de si el cristiano debe obedecer al Dios que habla en la Biblia, o a Roma. El día de pascua de resurrección del año 1525, un servicio de comunión celebrado en idioma alemán sustituyó a la misa en latín en la catedral de Zurich. Este fue el comienzo formal de la Reforma en esa ciudad. El gobierno de Zurich le quitó el liderazgo de la iglesia al obispo de Constanza. En 1528 la ciudad de Berna también adoptó la manera reformada del culto después de un debate dirigido por Zwinglio, Ecolampadio de Basilea y Bucero (Butzer) de Estrasburgo.

Si se compara a Zwinglio con Lutero se ve que las experiencias religiosas del primero no eran tan emotivas como las del reformador alemán, sino más tranquilas y en armonía con el humanismo. Lutero estaba angustiado por la pregunta, «¿cómo puedo ser justificado ante Dios?»; pero Zwinglio estaba profundamente agitado por el paganismo romano y por la ignorancia y la superstición que prevalecían en la cristiandad. Su meta era restaurar la sencillez evangélica, y no se sentía impresionado ni por el misticismo ni por una forma complicada de culto. Para él la Santa Cena era sencillamente un recordativo, y se oponía a la idea de la consubstanciación de Lutero. La reforma de la iglesia en Suiza produjo una guerra civil. En 1531 Zwinglio acompañó a las tropas protestantes al campo de batalla de Kappel, donde fue muerto. Era un ardiente patriota, un modelo para gobernantes cristianos. Su obra fue continuada en Zurich por Heinrich Bullinger.

Juan Calvino.

Juan Calvino (1509-1564) pertenece a la segunda generación de reformadores. Comenzó su obra en Ginebra cuando Lutero virtualmente ya había terminado su tarea. Nació en la provincia de Picardía, en el noreste de Francia, y estudió humanidades en París y leyes en Orleans y Bourges. Llegó a la convicción de que la seguridad del perdón y la certeza de la salvación deben encontrarse en la Biblia. Mientras estaba en la Universidad de París también estudiaba allí Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas. Calvino se sentía dominado por el humanismo. Como estaba dotado de una mente perspicaz, influida por la sabiduría del pasado, si hubiese podido escoger a su gusto habría elegido la carrera de humanista antes que la de reformador religioso. Escribía con elegancia en latín, como lo testifica su comentario sobre De Clementia de Séneca. Tenía sólo 23 años de edad cuando esa obra atrajo la atención de los principales humanistas.

No se puede decir con exactitud cuándo y cómo Calvino se hizo protestante. Su trato con Erasmo y Lefevre d’Étaples, sus relaciones en Orleans, la lectura de los libros de Lutero y la influencia de Pedro Roberto Olivetán y algunos de sus maestros, influyeron en su conversión. Mientras era adolescente, su padre había comprado algunos beneficios eclesiásticos para él; pero en 1534, a la edad de 25 años, renunció a sus beneficios eclesiásticos cuando se negó a ser ordenado sacerdote. Calvino salió de Francia y fue a Basilea, donde publicó en latín la obra Institutio Religionis Christianae. Tenía sólo 26 años cuando la escribió. Esta obra es, con gran ventaja, la más Influyente de la enseñanza protestante. Tradujo ese libro al francés y lo revisó en 1541. Más tarde Calvino revisó y amplió su Institución hasta que llegó a su forma final en 1559: un libro de 83 capítulos que sólo tuvo seis en su primera edición.

La Institución sigue el orden del credo de los apóstoles, y trata de (1) el conocimiento de Dios como Creador y Soberano, (2) el conocimiento de Dios como Redentor en Cristo, (3) los medios por los cuales se puede obtener la gracia de Cristo y (4) los medios usados por Dios para conducirnos a Cristo. Aunque las ideas de Calvino no eran del todo nuevas, presentó en una forma novedosa lo que él pensaba que había sido enseñado en la iglesia cristiana antes de que la Iglesia Católica Romana alterara las enseñanzas básicas de los apóstoles. La Institución es la presentación sistemática más abarcante de la fe protestante que jamás se haya escrito. Por supuesto, Calvino consideraba que las Escrituras son el registro fidedigno de las obras de Dios. Todo el sistema de Calvino se basaba en la voluntad soberana de Dios que todo lo trasciende. Dedicó esta obra monumental al rey de Francia, ante quien procuraba presentar a los cristianos evangélicos como leales ciudadanos en vez de subversivos, como los acusaban sus enemigos.

Cuando Calvino pasó por Ginebra en 1536, el año en que se introdujo el culto reformado en esa ciudad, fue instado por Farel para que se quedara y lo ayudara en sus labores. Junto con Farel se esforzó por crear una iglesia modelo, un gobierno espiritual basado en una colaboración armoniosa entre la iglesia y el gobierno civil. Al darse cuenta de que entonces sería imposible llevar a cabo tal plan en Ginebra, permaneció allí sólo poco más de un año.

En abril de 1538 los dos reformadores fueron expulsados de Ginebra porque se opusieron a acceder a algunas medidas que consideraron como una interferencia civil en los asuntos eclesiásticos. Calvino se refugió en Estrasburgo, donde sirvió como pastor y maestro de la comunidad francesa, además de revisar su Institución. Contrajo matrimonio con Idelette de Bure, viuda de un anabaptista. En Estrasburgo también dio forma a la liturgia eclesiástica que llegó a ser la base de la organización de la iglesia en su obra posterior. Al asistir a algunas asambleas alemanas conoció a Melanchton, con quien trabó amistad. Mientras tanto se formó en Ginebra un gobierno más favorable a Calvino, y se le pidió que regresara; pero le repugnaba mucho el pensamiento de volver a una ciudad de la que había sido expulsado. Calvino escribió a Farel que preferiría soportar un millar de muertes antes que llevar esa cruz de volver a Ginebra. Pero Farel insistió y Calvino finalmente asintió. «Si se me diera a elegir, haría cualquier cosa antes que acceder en este asunto -le escribió a Farel-; pero como recuerdo que no me pertenezco, ofrezco mi corazón como si fuera muerto en sacrificio para el Señor» (Williston Walker, John Calvin, pp. 259-260).

Calvino luchó incesantemente con sus adversarios en Ginebra durante los siguientes catorce años. Más de cincuenta personas fueron deportadas, encarceladas o ejecutadas. El más sensacional de estos casos fue el de Miguel Servet, médico y teólogo español que fue quemado en 1553. Servet era considerado como hereje tanto por católicos como por protestantes, porque estaba en desacuerdo con enseñanzas básicas del cristianismo, especialmente la doctrina de la Trinidad. Calvino, que antes había tenido dificultad con esta doctrina en su controversia con Bolsec, consideró que era su deber librar a la iglesia cristiana de Servet, porque resultaba detestable no sólo para él mismo, en Ginebra, sino también para los dirigentes en otras partes de Suiza, cuya opinión acerca del teólogo español Calvino había solicitado y conseguido.

La condenación de Servet le dio a Calvino una ventaja decisiva en Ginebra, pues desde ese momento su posición fue indiscutido, y llevó adelante su plan de reformar las costumbres de la iglesia. Publicó la edición final de su Institución, e influyó para que Teodoro de Beza fuera llamado para dirigir la recién fundada academia de Ginebra. Calvino era de constitución física frágil y sufría constantemente de dolencias de varias clases; murió en 1564. Pero estableció sólidamente su gobierno eclesiástico en Ginebra y fijó un patrón de evangelismo que llevó la fe protestante no sólo a su Francia natal sino también a Holanda, Inglaterra y Norteamérica. Ginebra se convirtió en un centro de atracción para hombres prominentes de muchos países. Uno de ellos fue Juan Knox, de Escocia, quien vivió por algún tiempo en Ginebra.

Los rasgos característicos de la reforma calvinista son: (1) El lugar central que se da a la doctrina de la soberanía de Dios en la creación, en el gobierno y en la redención del mundo (predestinación). Durante más de cien años los historiadores han afirmado que la predestinación es el tema central de la teología de Calvino; pero es más aceptable afirmar que según la opinión de Calvino, la creencia en la predestinación es más bien el resultado final de nuestra fe en la gracia de Dios. En la primera edición latina de su Institución (1536) no se trata la predestinación como una doctrina separada. (2) La institución de la disciplina de la iglesia mediante el Consistorio, el conjunto de pastores y ministros de Ginebra que regían en los casos de desórdenes morales y reprimían las falsas enseñanzas. (3) El gobierno eclesiástico mediante dirigentes elegidos por miembros de la iglesia. Ese sistema sinodal presbiteriano dio gran importancia a la cooperación de los laicos en los asuntos de la iglesia e influyó directamente en la forma de gobierno representativo en los países democráticos. (4) La enseñanza de que en la Santa Cena el participante sincero recibe con el pan y el vino la virtud del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, a saber, las gracias que están representadas por los emblemas. (5) El genio de Calvino como organizador y como propagador de la fe, que lo llevó a crear un sistema que capacitó al protestantismo para difundirse rápidamente. Uno de los principales métodos consistía en la preparación de ministros, evangelistas y maestros en la academia de Ginebra poco antes fundada. Esa academia se convirtió más tarde en la Universidad de Ginebra, a la que Tomás Jefferson se refirió como uno de los dos «ojos intelectuales» de Europa. En su opinión el otro «ojo» era Edimburgo.

Lutero pudo liberar la conciencia cristiana del legalismo romano. Zwinglio liberó al pensamiento cristiano de los errores y abusos del paganismo romano; pero Calvino fue el educador de la conciencia cristiana, que él sometía a la autoridad de Dios. Educando la conciencia cristiana y organizando magistralmente la iglesia cristiana, ayudó a preparar a hombres para el advenimiento de la libertad política y religiosa.

Los hugonotes de Francia.

Humanistas y evangélicos hicieron intentos para reformar la iglesia durante el reinado de Francisco I (1515-1547). Entre ellos se destacaron los fabrisianos o seguidores de Lefèvre d’Étaples (Faber Stapulensis). En 1521 se congregaron alrededor de Guillermo Briconnet, obispo de Meaux. Se esforzaron por eliminar los abusos de la iglesia y para que hubiera una predicación más evangélica. La más influyente en auspiciar este movimiento humanístico precursor del calvinismo fue Margarita de Navarra, hermana del rey Francisco. Culta e interesada en las ideas de los «biblicistas» o expertos en la Biblia, invitaba a algunos de ellos para que predicaran en el Louvre, el palacio real de París. Ella escribió una cantidad de obras que tienen un sabor luterano, especialmente El espejo del alma Pecaminosa, en 1531. Dentro de unas condiciones políticas cambiantes, el rey de Francia intermitentemente estuvo interesado en las nuevas ideas y favoreció a los «luteranos» de Francia. Cuando necesitó de la ayuda de los príncipes luteranos alemanes, los luteranos de Francia tuvieron un intervalo de alivio. El primo del rey, Luis de Berquin, era un «luterano» francés destacado, pero mal aconsejado. Fue ejecutado por su fe en 1529. «Si Francisco lo hubiese apoyado hasta el fin, él [Berquin] hubiera sido el Lutero de Francia» (Teodoro de Beza, Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, t. 2, p. 69).

Después de la muerte de Francisco I y de su inteligente hermana, los reyes de Francia trataron de restaurar el catolicismo romano. Entre tanto el grupo minoritario protestante -los hugonotes- se había convertido en partido político. Pronto los hugonotes contaron con algunos nobles destacados: Enrique de Navarra, Antonio de Borbón, el almirante Coligny y Luis de Condé, el mejor general de Francia en ese tiempo. En 1562 estalló en Francia una guerra civil religiosa intermitente. Se debió a causas políticas y religiosas, y duró hasta 1594. El acontecimiento más destacado de ella fue la sangrienta matanza de San Bartolomé en agosto de 1572. Cuando los dirigentes de los hugonotes vinieron a París para asistir al matrimonio de su rey Enrique de Navarra, miles de ellos fueron asesinados junto con muchos millares de otros hugonotes.

Al hugonote Enrique, rey de Navarra y nieto de Margarita, se le ofreció la corona de Francia con la condición de que abjurara del protestantismo. Lo hizo por motivos políticos; pero durante su reinado, como el primero de la dinastía de los Borbones (1589-1610), favoreció a los hugonotes nombrándolos como ministros y mensajeros. En 1598 promulgó el edicto de Nantes, que con sobrada ventaja fue el decreto más liberal concedido hasta ese entonces en la Europa occidental. En él se declaraba que la religión católica era la religión nacional, pero concedía un notable grado de libertad a los hugonotes. No se los perseguiría más debido a la religión, pero no se permitiría la celebración de servicios religiosos de los reformadores en París o dentro de un radio de 35 km. El decreto asignaba ciudades de refugio para los hugonotes, a quienes también se les daba el derecho de desempeñar cargos públicos. Enrique IV acababa de trazar con su ministro Sully un plan de paz y comprensión general, al que se denominaba el «gran proyecto», cuando fue asesinado por Ravaillac, un monje fanático, en 1610. El edicto de Nantes fue parcialmente abrogado por el cardenal Richelieu en 1628 y completamente revocado por Luis XIV en 1685.

Libertad de conciencia.

La iglesia de Roma ha sido tradicionalmente intolerante por naturaleza y por principio, pues ha sostenido que como es la única iglesia verdadera ninguna otra tiene derecho de existir. Con claridad ha afirmado que sólo en la Iglesia Católica hay salvación y que los herejes deben volver al seno de la iglesia madre. Si se negaban a volver, era mejor que murieran pues no lograrían la salvación y constituían un constante peligro para los fieles. Desde el Concilio Vaticano II esta posición se ha suavizado. La Iglesia Católica ahora habla de la necesidad de ganar a los «hermanos separados», pero afirma que sólo debe usarse la persuasión para lograrlo.

El protestantismo claramente enunció el principio de libertad de conciencia; pero permaneció sólo como un principio durante mucho tiempo. El protestantismo también exigió en la práctica plena sumisión a la que consideraba Unam Sanctam, «La única santa iglesia». Los que se oponían a esas enseñanzas eran disciplinados y un muertos, como sucedió en Ginebra con Miguel Servet. Antes de la Revolución Francesa se esperaba que la gente aceptara y practicara la religión del príncipe que la gobernaba (ver pp. 58-59). Por ejemplo, en una región de Alemania, el Palatinado, los habitantes tuvieron que cambiar su religión seis veces en menos de un siglo debido a que sucesivos gobernantes representaron una fe religiosa diferente.
Cuando fue revocado el edicto de Nantes, los hugonotes fueron perseguidos de nuevo en Francia. Las atrocidades que se cometieron en nombre de la unidad religiosa del reino finalmente despertaron la conciencia pública. Luis XVI concedió reconocimiento legal a los protestantes en 1787 mediante un edicto de tolerancia. En 1804 el emperador Napoleón proclamó que su intención y firme determinación que se mantuviera la libertad de cultos. Afirmó su convicción de que el dominio de la ley termina donde comienza el dominio de la conciencia, y que ni la ley ni los gobernantes pueden hacer nada contra esa libertad. Pero esa libertad fue oficialmente condenada por el papa Pío IX en el Syllabus Errorum en 1864. La separación formal y completa de la iglesia y el Estado sólo se hizo efectiva en Francia en 1905.

Ver Bibliografía en el Tema 8: «Acontecimientos Descollantes»

Categorías: Historia

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *