Comentario Leccion EGW 09 Julio – Septiembre 2012

Publicado por - en

III Trimestre de 2012
1 y 2 de Tesalonicenses

Notas de Elena G. de White 

Lección 9
1ª de Septiembre de 2012

Los eventos finales
1 Tesalonicenses 5:1-11

Sábado 25 de agosto
Son muchos hoy en el mundo los que cierran los ojos a las evi­dencias que Cristo dio para advertir a los hombres de su advenimiento. Tratan de aquietar toda aprensión, mientras las señales del fin se cum­plen rápidamente, y el mundo se precipita hacia el tiempo cuando el Hijo del hombre se manifestará en las nubes del cielo. Pablo enseña que es pecaminoso ser indiferente para con las señales que han de preceder a la segunda venida de Cristo. A los culpables de este descuido, los llama hijos de la noche y de las tinieblas. Anima a los vigilantes y despiertos con estas palabras: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón; porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios”…
El cristiano vigilante es el cristiano que trabaja, que procura celo­samente hacer todo lo que puede para el adelantamiento del evangelio. Como crece el amor por su Redentor, así también crece su amor por su prójimo. Tiene severas pruebas, como su Señor; pero no permite que las aflicciones agríen su temperamento y destruyan su paz mental. Sabe que la prueba, si se la soporta bien, le refinará y purificará, y le unirá más con Cristo. Los que son participantes de los sufrimientos de Cristo, serán también participantes de su consolación, y al fin compartirán tam­bién su gloria (Los hechos de los apóstoles, pp. 211, 212).
Domingo 26 de agosto:
Los dos lados del juicio
La obra de Dios es perfecta como un todo, porque cada una de sus partes es perfecta, por diminuta que sea. El forma la pequeña brizna de hierba con el mismo cuidado que ejercería para hacer un mundo…
Si hay algo que es digno de hacerse, es digno de hacerse bien. No importa cuál sea el trabajo que hagan, realícenlo fielmente. Sean vera­ces hasta en los detalles más pequeños. Lleven a cabo obras de amor cada día y pronuncien palabras alegres. Prodiguen sonrisas al recorrer el sendero de la vida. Al trabajar de este modo, Dios colocará su apro­bación sobre ustedes, y algún día Cristo les dirá: “Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25:21).
En el día del juicio, los que hayan sido fieles en su vida diaria, que hayan captado la naturaleza de su obra con rapidez y la hayan llevado a cabo, sin pensar en alabanza ni ganancia, escucharán las palabras: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. El Señor no los felicita por los discursos elocuentes que hayan pronunciado, ni por la fuerza intelectual que hayan manifestado, ni por los donativos liberales que hayan hecho, más bien los recompensa por el cumplimiento de los deberes pequeños que general­mente se pasan por alto. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer”, les dice. “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:34, 35, 40) (Exaltad a Jesús, p. 340).
En el juicio se examinará el empleo que se haya hecho de cada talento. ¿Cómo hemos empleado el capital que el cielo nos concediera? A su venida ¿recibirá el Señor lo que es suyo con interés? ¿Hemos perfeccionado las facultades que fueran confiadas a nuestras manos, a nuestros corazones y a nuestros cerebros para la gloria de Dios y provecho del mundo? ¿Cómo hemos empleado nuestro tiempo, nuestra pluma, nuestra, voz, nuestro dinero, nuestra influencia? ¿Qué hemos hecho por Cristo en la persona de los pobres, de los afligidos, de los huérfanos o de las viudas? Dios nos hizo depositarios de su santa Palabra; ¿qué hemos hecho con la luz y la verdad que se nos confió para hacer a los hombres sabios para la salvación? No se da ningún valor a una mera profesión de fe en Cristo, solo se tiene por genuino el amor que se muestra en las obras. Con todo, el amor es lo único que ante los ojos del Cielo da valor a un acto cualquiera. Todo lo que se hace por amor, por insignificante que aparezca en opinión de los hombres, es aceptado y recompensado por Dios (El conflicto de los siglos, p. 541).
Dios desea el servicio voluntario de nuestro corazón. Nos ha dotado con la facultad de razonar, con talentos que nos capacitan y con medios e influencia que han de ejercerse para el bien de la humanidad para que podamos manifestar el espíritu de Cristo al mundo. A nuestro alcance se colocan preciosas oportunidades y privilegios, y si los descuidamos, robamos a otros, defraudamos a nuestra propia alma y deshonramos al Maestro. No desearemos afrontar esas oportunidades desatendidas y esos privilegios descuidados en el día del juicio. Nuestros intereses eternos futuros dependen de nuestra diligencia presente en la realiza­ción del deber, en mejorar los talentos que Dios nos ha dado para la salvación de las almas…
La verdadera religión lleva a cabo los principios de la ley de Dios: amor a Dios y al prójimo. Los que serán aceptados en el cielo, habrán entregado sus talentos a los cambistas para la gloria de Dios y para el bien de la humanidad. Se habrán convertido en colaboradores con Dios (A fin de conocerle, p. 115).
Lunes 27 de agosto:
Repentino e inesperado (1 Tesalonicenses 5:1-3)
Mientras Pablo trabajaba en Tesalónica, había explicado tan plena­mente el asunto de las señales de los tiempos, mostrando qué aconteci­mientos iban a suceder antes de la manifestación del Hijo del hombre en las nubes del cielo, que no consideró necesario escribirles larga­mente en cuanto a este asunto. Se refirió, sin embargo, enfáticamente a sus enseñanzas anteriores. “Acerca de los tiempos y los momentos —dijo— no tenéis, hermanos, necesidad de que yo os escriba: porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá así como ladrón de noche, que cuando dirán, paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente”…
Son especialmente importantes para la iglesia de nuestro tiempo las enseñanzas del apóstol sobre este punto. Para los que viven tan cerca de la gran consumación, deberían tener notable fuerza las palabras del apóstol: “Mas nosotros, que somos del día, estemos sobrios, vestidos de cota de fe y de caridad, y la esperanza de salud por yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salud por nuestro Señor Jesucristo; el cual murió por nosotros, para que o que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.” (Los hechos de los apóstoles, pp. 210,211).
Nunca llegará el tiempo, en la historia de la iglesia, cuando el obre­ro de Dios pueda cruzarse de brazos y estarse cómodo, diciendo: “Todo es paz y seguridad”. Entonces sobreviene destrucción repentina. Todas las cosas pueden estar avanzando en medio de una prosperidad aparen­te; pero Satanás está siempre alerta y estudia y consulta con sus ángeles malos otra forma de ataque por la cual pueda tener éxito. El conflicto aumentará en intensidad por parte de Satanás, porque está movido por un poder de abajo. A medida que la obra del pueblo de Dios avance con energía santificada e irresistible, implantando el estandarte de la justicia de Cristo en la iglesia, movida por un poder que procede del trono de Dios, el gran conflicto aumentará en intensidad y será cada vez más decidido. Una mente se opondrá a otra mente, unos planes a otros planes, los principios de origen celestial a los principios de Satanás. La verdad en sus diferentes aspectos estará en conflicto con el error en sus formas siempre cambiantes y crecientes mediante las que, si fuere posible, se engañará a los mismos escogidos.
Nuestra obra debe ser ferviente. No hemos de luchar como quien hiere al aire. El ministerio, el púlpito y la prensa demandan hombres como Caleb, que actúen y sean valientes, hombres que tengan agudeza para distinguir la verdad del error, cuyos oídos estén consagrados para escuchar las palabras del Vigilante fiel (Exaltad a Jesús, p. 308).
Martes 28 de agosto:
La ventaja del creyente (1 Tesalonicenses 5:4, 5)
El momento exacto de la segunda venida de Cristo no ha sido revelado… Puesto que no conocemos la hora de la venida de Cristo, debemos vivir sobria y piadosamente en este mundo, “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.
Su pueblo ha de preservar sus características peculiares como sus representantes. Hay una obra que cada uno de ellos ha de hacer. El rico brindará sus medios, el honrado su influencia, el sabio su sabidu­ría, el pobre su virtud, si desean ser efectivos obreros con Dios. Han de entregarse a sí mismos en una correcta relación con Dios, a fin de que puedan reflejar la luz de la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Jesucristo… Ellos han de alertar a los hombres de los juicios venideros. Han de representar a Cristo ante la gente (Reflejemos a Jesús, p. 250).
Ningún poder humano puede llenar el corazón de un amor abnega­do; solo Cristo puede hacerlo; solo él puede dar sabiduría celestial en respuesta a un expreso deseo que nace por la obra de su Espíritu. Aquel que es la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, promete que su justicia irá delante de nosotros y su gloria será nuestra retaguardia. Mientras sigamos por donde él nos guíe, caminare­mos seguros, sin andar en caminos escabrosos para nuestros pies. A los que le reciben, el Salvador les ofrece sabiduría, justicia, santificación y redención. Los llama hijos de luz e hijos del día porque la luz del carác­ter de Cristo se refleja en ellos. La luz del cielo mora en sus corazones y la gracia concedida cada día los transforma a la imagen divina (Review and Herald, 8 de julio, 1909).
“Andad en la luz”. Andar en la luz significa ser decidido, pensar, ejercer fuerza de voluntad, en un ferviente intento de representar a Cristo en la dulzura de su carácter. Significa apartar toda lobreguez. No debéis descansar satisfechos diciendo solamente: “Soy un hijo de Dios”. ¿Estáis contemplando a Jesús, y al contemplarlo, os estáis transformando a su semejanza? Caminar en luz significa avanzar en el desarrollo de los dones espirituales. Pablo declaró: “No que ya haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; pero… olvidando ciertamente lo que queda atrás” —al contemplar constantemente el Modelo— me extiendo “a lo que esta adelante”. Caminar en la luz significa caminar “recta­mente”, caminar “en la ley de Jehová”, caminar “por fe”, caminar “en el Espíritu”, caminar “en tu verdad”, caminar “en amor”, caminar “en novedad de vida”. Esto es perfeccionar “la santificación en temor de Dios” (Hijos e hijas de Dios, p. 202).
Miércoles 29 de agosto:
Velar constantemente (1 Tesalonicenses 5:6-8)
A menos que estén arraigados y cimentados en la verdad bíblica, y que tengan una conexión vital con Dios, muchos serán embelesados y engañados. Peligros no esperados acechan en nuestro camino. Nuestra única seguridad es velar y orar constantemente. Mientras más cerca vivamos de Jesús, más participaremos de su carácter puro y santo; y mientras más ofensivo nos parezca el pecado, más exaltada y deseable nos parecerá la pureza y el resplandor de Cristo (Testimonios para la iglesia, tomo 5, p. 132).
Hay necesidad de una vigilancia constante, de devoción fervorosa y amante; pero estas cosas vendrán naturalmente cuando el alma sea guardada por el poder de Dios mediante la fe. Nada podemos hacer, absolutamente nada, para recomendamos al favor divino. No debemos confiar en absoluto en nosotros mismos, ni en nuestras buenas obras; pero cuando, como seres pecaminosos y sujetos a yerros, acudimos a Cristo, podemos hallar descanso en su amor. Dios aceptará a todo aquel que acuda a él, confiando plenamente en los méritos de un Salvador crucificado. El amor brota en el corazón. Tal vez no haya éxtasis del sentimiento, pero hay una confianza permanente y apacible. Toda carga será liviana; porque el yugo que Cristo impone es fácil. El deber se convierte en delicia, y el sacrificio en placer. La senda que antes parecía rodeada de tinieblas se ilumina con los rayos del Sol de Justicia. Esto es andar en la luz como Cristo está en la luz (Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 95).
Su mal [el del siervo malo] se inició cuando comenzó a descuidar la vigilancia y la oración secreta. Luego sacrificó otros deberes religio­sos, y así se abrió la puerta para todos los pecados que siguieron. Cada cristiano será asaltado por las seducciones del mundo, los clamores de la naturaleza carnal, y las tentaciones directas de Satanás. Nadie está seguro. Cualquiera que haya sido nuestra experiencia, por elevada que sea nuestra posición, necesitamos velar y orar de continuo. Debemos ser dominados diariamente por el Espíritu de Dios o seremos domina­dos por Satanás (Joyas de los testimonios, tomo 2, pp. 14, 15).
Por medio del acto de velar y la oración podemos cumplir lo que el Señor se propone que realicemos. Mediante el cumplimiento fiel y cuidadoso de nuestro deber, por medio de la vigilancia de las almas como quienes tienen que rendir cuenta, podemos eliminar las piedras de tropiezo del camino de los demás. Mediante sinceras advertencias e ins­tancias, con nuestras propias almas llenas de tierna solicitud por los que están a punto de perecer, podemos ganar almas para Cristo (Consejos sobre la salud, pp. 562, 563).
Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, no en sus pecados sino de sus pecados, y a santificarlos mediante la verdad; y para que él sea un Salvador perfecto para nosotros, debemos unirnos a él por medio de un acto personal de fe. Cristo nos ha elegido, nosotros lo hemos elegido, y mediante esta elección nos unimos a él, y en adelan­te vivimos no por nosotros, sino en el que murió por nosotros. Pero esta unión puede mantenerse únicamente por medio de una vigilia constante, para que no caigamos en tentación y hagamos una elección diferente, porque siempre estamos libres para elegir otro amo, si así lo deseamos. La unión con Cristo significa una decidida preferencia por él en cada acto y pensamiento de nuestra vida (A fin de conocerle, p. 363).
Jueves 30 de agosto:
Animaos unos a otros (1 Tesalonicenses 5:9- 11)
¡Qué verdad se nos presenta cuando contemplamos a Jesús en la cruz del Calvario; cuando vemos a este Admirable, Consejero, Víctima misteriosa, inclinarse por el peso de su sorprendente carga en beneficio de la raza! El Hijo de Dios llevó el castigo por la transgresión para que el ser humano pudiera tener otra oportunidad de ganar el favor de Dios. Siendo uno con la Deidad, se revistió de humanidad para rescatamos. La misma tierra se sacudió y tembló ante el espectáculo del querido Hijo de Dios sufriendo la ira divina por la transgresión humana. Los cielos se vistieron de saco y silicio para esconder la visión del Divino sufriente.
Fue la transgresión de la ley de Dios lo que hizo necesario este sufrimiento. Sin embargo, muchos aceptan y dan voz a la sugerencia satánica de que todo este sufrimiento anuló la ley. Engañados y cegados por el gran transgresor, le dicen a la gente que si guardan los manda­mientos en esta dispensación, entonces caen de la gracia. ¡Qué engaño más grande ha puesto Satanás en muchas mentes humanas! (Review and Herald, 8 de febrero, 1898).
Entonces, mientras él trabaja por nosotros, nosotros también trabajemos con igual interés y fervor para promover la unión entre unos y otros. Cristo oró para que nosotros participáramos de la misma naturaleza y unidad que existían entre él y el Padre. En todo lo que hagamos, esforcémonos por promover la confianza y el amor entre los hermanos, y de este modo contestaremos la oración de Jesucristo… No todas las posiciones e ideas que tienen acerca de sus hermanos son correctas… Coloquemos de lado todas estas imaginaciones y malas sospechas; mantengámonos estrechamente unidos con Cristo y pensemos en el rico ánimo que nos ha concedido, para que al mismo tiempo nosotros lo podamos compartir con los demás (Exaltad a Jesús, p. 315).
Por la fe miremos el arco iris que rodea el trono, la nube de pecados confesados detrás de él. El arco iris de la promesa es una seguridad que se da a cada alma humilde, contrita y creyente, de que su vida es una con Cristo, y de que Jesús es uno con Dios. La ira de Dios no caerá sobre un alma que busca refugio en él. Dios mismo ha declarado: “Y veré la sangre, y pasaré de vosotros”. “Y estará el arco en las nubes, y verlo he para acordarme del pacto perpetuo”.
Es Cristo el que ama al mundo con un amor infinito. Él dio su vida preciosa. Él fue el unigénito del Padre. Él se levantó de entre los muer­tos, y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Ese mismo Jesús, con su humanidad glorificada, sin que haya cesado su amor, es nuestro Salvador. Nos ha pedido que nos amáramos el uno al otro como él nos amó. ¿Cultivaremos pues este amor? ¿Seremos semejantes a Jesús? (Testimonios para los ministros, p. 155).


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *