¿Quién es el «Yo Soy»?
¿Quién es el «Yo Soy»?
Compilado por Ramón Romero hijo y José Ramón Romero V.
CONSIDEREMOS otro claro texto del Nuevo Testamento, que sin sombra de duda proclama
la preexistencia del Hijo de Dios, y al cual los actuales ruselitas dan una
interpretación muy particular, para eludir la divinidad de Jesús.
Se encuentra en Juan 8: 58, y dice: «Jesús les dijo:
De cierto, de cierto os digo: Antes que Abrahán fuese, yo soy.
Para evadir el sentido irreversible de la divinidad de Cristo, claramente explícita
en las palabras «Yo Soy», los «testigos» recurren a un expediente
reprobable. Sencillamente inventan un tiempo verbal inexistente en griego, al
que denominan «tiempo perfecto indefinido», y le hacen al texto decir:
«Antes que Abrahán viniese a existir, yo he sido». Sin la menor
ceremonia eliminan la forma presente del verbo «ser», esto es, el
«Yo soy».
En la traducción «jehovista» Interlinear Translation en inglés,
edición 1969, en la página 467, hay una nota que de manera dogmática,
declara que la expresión griega Egó eímí (Yo soy)
usada en ese lugar, se debe traducir en el «tiempo perfecto indefinido»,
«Yo he sido», y no «Yo Era
es una afirmación atrevida sin el menor fundamento. Reproduzcamos el
texto griego de Juan 8: 58:
Eípen aytoís ho Jesús Amén amén légo
hymín.
Les dijo Jesús: De cierto, de cierto os digo:
prín A bradm genésthai Egó eimí.
Antes que Abrahán fuese, yo soy.
De paso, notemos el empleo de genésthai, que indica nacimiento, engendramiento,
es atribuido a Abrahán. En cambio a Jesús se aplica eímí,
que significa «ser existente».
gran Tres ejemplos biblicos
El gramático Dr. Robertson, declara que eimí es absoluto, lo que
sencillamente quiere decir que no hay predicado expresado en él. Ese
mismo empleo de eimí ocurre tres veces más en el mismo Evangelio
de San Juan:
8:21. «Si no creéis que yo soy (Egó eimí), en
vuestros pecados moriréis».
1 13: 19. «Desde ahora os lo digo antes que suceda, para
que cuando suceda, creáis que yo soy (Egó eimí) «.
18: 1, 5. «jesús… se adelantó y les dijo: ¿A quién
buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo:
Yo soy (Egó eimí) «.
Pruebe el lector de alterar esos tres textos, y de leerlos con la expresión
«yo he sido», y verá que el cambio es un contrasentido.
En todos esos lugares (Juan 8: 58; 8: 24; 13: 19 y 18: 5), la expresión
griega es la misma. También es la misma expresión usada por la
versión griega de los LXX
o Septuaginta, en los textos de Deut. 32: 39, Isa. 43: 10 y otros. Todos esos
textos están en tiempo presente; y más aún, indican un
presente perdurable, sin fin; especialmente en Juan 13: 19, donde Jesús
dice a sus discípulos algunas cosas antes que sucedan, para que cuando
éstas ocurran, ellos creyeran que «yo soy» (Egó eimí).
Cristo se ídentifíca con Jehová
Jehová es el único que conoce el fin «desde el principio»
(Isa. 46: 10). De donde se llega a la conclusión de que cuando Jesús
dijo: «Egó eimí», se estaba identificando con Jehová,
estaba enunciando su deidad.
‘El idioma griego jamás admitiría la violencia de traducir esa
expresión por «Yo he sido». La única traducción
posible de Egó eimí es «Yo soy». Y siendo que Jehová
es el único «Yo soy» (Exo. 3:14; Isa. 44: 6), se deduce que
él y CriSto son «uno» en sustancía, poder y eternidad.
Esto es lo
revela la Biblia, y debemos preferir creer en ella.
Los testigos de Jehová argumentan también que en Juan 8: 58, la frase «Yo soy» puede estar empleada en el llamado «presente histórico». Ese es otro error, porque aunque existe el tiempo verbal denominado «presente histórico», de ningún modo se puede aplicar a este texto. Sencillamente porque Jesús no estaba narrando. Estaba hablando, discutiendo, advirtiendo a sus oyentes. De acuerdo con la regla gramatical, el presente histórico se emplea sólo en las narraciones y no en el discurso común.
El «Yo soy» en la Septuaginta
Examinemos en la Septuaginta, o Versión de los LXX, la expresión
«Yo soy», que se refiere a Jehová. En varios textos, como en
Gén. 17: 1, Sal. 35: 3, Isa. 43: 10-13, Jer. 3:12, 23: 23 y otros, se
usa la expresión Egó eimí. En la mayoría de los
casos, sencillamente es la traducción del pronombre hebreo personal,
primera persona singular, ani (yo). ¿Por qué? Porque en hebreo
este pronombre personal tiene dos formas, la forma simple ani, y la llamada
forma reforzada o enfática anoki.
En la gramática hebrea de J. Touzard, en francés, página
158, está la siguiente observación: «Las formas hebreas de
los verbos incluyen el sujeto; y por esta razón, los pronombres personales
separables (ani y anokí) no se emplean, sino cuando se quiere dar énfasis
o realce al autor de la acción expresada por el verbo».
De ahí se deduce que en los mencionados pasajes bíblicos, el pronombre
personal ani (yo) aparece separado, con el propósito de dar énfasis
a la Persona, que en los textos mencionados es Jehová. Necesariamente
la traducción de «Egó eimí» es correctísima,
y significa «Yo soy».
Sentido exacto del «Yo soy»
J. H. Bernard, en la página 118 del tomo 2 dc su Critícal and
Exegetical Commentary of St. John (Comentario
crítico y exegético de Juan), al comentar Juan 8: 58, dice:
«El ‘Egó eímí’ (Yo soy) usado por Jesús refleja
la manera apropiada y peculiar en que Dios habla de sí mismo en el Antiguo
Testamento. En boca de Jesús, refiriéndose a su propia persona,
esta expresión implica su divinidad, y es exactamente eso lo que Jesús
quiere dar a entender».
No hay duda de que al decir «Yo soy», Jesús quiso decir a los
judíos: «Yo soy Jehová»; porque así lo entendieron
ellos. Y tan bien lo entendieron así, que quisieron apedrearlo, porque
abiertamente Jesús se proclamaba Dios, en igualdad con Jehová.
Y eso los judíos lo consideraban una blasfemia, pecado punible con la
muerte, de acuerdo con su ley civil (Lev. 24: 16).
Ante este hecho innegable, los testigos de Jehová dicen que los judíos
quisieron apedrear a Jesús, porque él los llamó hijos del
diablo (Juan 8: 44). Si esto fuera cierto, ¿por qué no intentaron
apedrearlo en otra ocasión en que los trató de «serpientes,
generación de víboras» (Mat. 23:
33)? La respuesta es sencilla. Fue porque en esta ocasión no había
base legal para apedrearlo. Por dura que fuera esa reprobación, no implicaba
crimen de blasfemia.
Esta cuestión queda inapelablemente aclarada con las palabras de los
mismos judíos, registradas en Juan 10: 33:
«Respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos,
sino por la blasfemia; porque tú siendo hombre, te haces Dios».
Ante esto, no hay argumento que valga.
Pero los «testigos» no se dan por vencidos, y vienen con frivolidades
que nada prueban. Analicemos algunas:
a) Dicen que cierta Traducción Americana vierte el texto en discusión,
de esta manera: «Yo existía antes que Abrahán naciera».
Esta traducción, de ningún modo favorece la teoría unitaria.
El pasado imperfecto «existía», denota continuidad indefinida
anterior al nacimiento de Abrahán. ¿Cuánto tiempo antes
de que surgiera Abrahán existía Cristo? De eso no hay medida.
b) Citan la versión de Stage, que reza: «Antes que Abrahán
viniese a la existencia, Yo era». Tampoco esto abona la tesis arriana.
Esta traducción confirma la preexistencia de Cristo de modo ilimitado.
c) También citan a Lamsa: «Antes que Abrahán naciera, Yo
era». Eso no establece ninguna época en que Jesús hubiera
sido creado; tan sólo afirma la preexistencia del Hijo de Dios.
En suma, esas versiones dicen que Cristo ha existido desde un tiempo remoto,
inmensurable. Allí Abrahán era sólo un punto de referencia,
porque los judíos preguntaron a Jesús: ‘¿Aún no
tienes cincuenta años, y has visto a Abrahán?» Si hubiera
mencionado a Satanás, Jesús hubiera dicho: «Antes que Satanás
fuese, yo soy»; y «yo ya existía», o «yo era»
-lo que al fin da lo mismo.
Los «testigos» alegan también que dos traductores hebreos admitieron
la traducción «yo he sido». Esto nada prueba. El que dos traductores
hayan vertido «yo he sido», cuando esa traducción es inadmisible;
sumado a que los «jehovístas» inventaron un tiempo verbal inexistente
en griego, no destruye el hecho de que la traducción correcta, única,
irreversible, es: «Yo soy».
Un elocuente paralelo
Nótese este interesante paralelo. En Juan 8: 58 se lee:
«Antes que Abrahán fuese, yo soy» (Egó eimí).
La Versión de los LXX vierte el Sal. 90: 2 así: «Antes que
los montes viniesen a la existencia, desde la eternidad hasta la eternidad tú
eres (eimí) Dios».
Ahí está el mismo verbo, empleado en forma semejante. ¿Por
qué los «testigos» no alegan que aquí también
se debería traducir: «tú has sido Dios»?
En su traducción Nuevo Mundo, en español, los «testigos»
vierten la parte final de este texto: «tú eres Dios», y no
«ti> has sido Dios
1Exo. 3:14 consigna que Jehová respondió a Moisés:
«Yo soy el que soy… Así dirás a los hijos de Israel: Yo
soy me envió a vosotros».
En este texto en hebreo, está la palabra eheieh, compuesta del pronombre
y del verbo «ser», y significa «Yo soy». Aquí también
se nota que la traducción «Yo he sido» no cuadra. Los más
autorizados diccionarios hebreos aplican esa expresión a Dios, con el
sentido «Yo soy», o «El que existe por sí mismo
Otro recurso pobre
Los «testigos» inventaron otro recurso al decir que la Septuaginta
vierte este texto de Exo. 3:14 por «ho ón»; es decir «el
ser». Sin embargo, «ho ón» significa «el que es»,
o «el que está», o «el que existe». Hay algunos usos
tales en el Nuevo Testamento, que confirman este significado, entre ellos los
dos siguientes:
1. Juan 1: 18. «El unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer». (En griego: Mono genés huíos
ho ón éis ton kólpon toú patrós). Este texto
se refiere a Cristo como «el que existe», o «el que es»,
o «el que está» en el seno del Padre como Dios e Hijo Unigénito.
Eso no favorece al unitarismo; al contrario, refuerza la deidad de Cristo. Porque
la expresión ho ón (el que existe) es un título de la Deidad,
como en Exo. 3:14; y puede perfectamente aplicarse a Cristo.
Por lo tanto, aunque la Septuaginta haya vertido ho ón por «el Ser»,
eso no destruye el hecho de que Cristo reclamó para sí idéntico
título.
2. Juan 3: 13. «Sino el que descendió del cielo» (En griego:
Eí mé ho ek toú ouranoú katabás) . Aquí
está la forma ho ek, que significa «que procede», «el
que viene» del cielo. Este texto también afirma el divino origen
de Jesús, «el que descendió» del cielo.
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